Las piezas del puzle empiezan a encajar. La muerte del aficionado ultra-izquierdista del Coruña, Jimmy, ha desencadenado una oleada de nueva legislación por parte del Estado que nos hace sospechar de lo que pudo pasar realmente aquel 30 de noviembre cerca del estadio del Atlético de Madrid. Todo parece indicar que se trató de un ataque pre-fabricado de falsa bandera para llevar a cabo un nuevo avance en el proceso de prohibir ideas molestas para el actual Sistema.

Desde aquel día, el Gobierno ha anunciado la modificación de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y de la Ley de Seguridad Ciudadana, modificaciones que permitirán ordenar la interceptación de teléfonos o cualquier tipo de comunicación telemática si se persigue un delito de “gravedad” e informar 24 horas después a un juez. Instalar cámaras y micrófonos en celdas de detenidos, lugares cerrados o domicilios particulares (con autorización judicial previa, en este caso) e incluso el control a distancia de ordenadores en determinados casos. Por supuesto, habrá más control del “odio” en Internet. También ha creado una base de datos que incluirá, sin ningún tipo de control judicial ni supervisión, a todas las personas que considere sospechosas de algún delito o relacionadas con alguna investigación. No hará falta que tengan antecedentes penales o que estén imputadas judicialmente

Pero además de eso, este lunes (coincidiendo con una supuesta y muy oportuna “agresión homófoba” en Madrid) el Secretario de Estado de Seguridad anunció una nueva vuelta de tuerca en los llamados “delitos de odio”, animando a los ciudadanos a denunciar si una persona se ha mostrado hostil hacia ti por tu raza, orientación e identidad sexual, religión, creencias o discapacidad. Fue llamativa la campaña que iniciaron los medios de comunicación y los políticos tras la muerte del ultra del Deportivo. “Las ideas son el antecedente de la violencia”, repetían, “la violencia verbal precede siempre a la violencia física”. Conclusión: si ilegalizamos las “ideas de odio” evitaremos los “crímenes de odio”.

Aquí tenemos el primer problema. La verdad es que se cometen miles de delitos sin que haya “violencia verbal” previa y al contrario, hay miles de casos en los que, habiendo violencia verbal, no se produce ningún delito ¿y quién juzga lo que es “odio” y lo que no?¿quién decide tratándose de algo tan abstracto? En la justicia auténtica se juzgan hechos reales, no las supuestas ideas que los provocan, algo imposible de demostrar, más aún cuando el artículo 16.2 de la Constitución declara que “nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología”. El Secretario de Estado ha ido más allá declarando que el discurso de odio “lleva a prácticas tan abominables como el terrorismo o el genocidio”. En ese caso va a tener mucho trabajo, porque históricamente se han cometido todo tipo de masacres en nombre de todas las ideas. Ninguna se salva ¿va a ilegalizarlas a todas?

¿Quién está realmente detrás de los “delitos de odio”? Este tipo de “delitos” fueron incluidos por primera vez en el Código Penal en 1995, en la reforma que hizo el entonces gobierno del PSOE. La organización que presionó al gobierno español para llevar a cabo este cambio fue la Liga Antidifamación, un grupo de presión afín al sionismo internacional presente en numerosos países. De hecho, España no es ni mucho menos el único país que implanta este tipo de leyes. Son muchos países, lo que demuestra que estamos ante una agenda internacional. Son poderes globalistas como la UE, la ONU o el sionismo los que están detrás de estas leyes ¿con qué objetivo? El de siempre: impulsar la Globalización, y ese proyecto requiere un hombre nuevo desarraigado de todo tipo de ideas tradicionales. Estos grupos de poder cogen estas ideas tradicionales, las criminalizan y les cambian el nombre. Defender tu cultura, tus costumbres, tu nación, oponerte al proceso de inmigración masiva que se lleva a tu país por delante es “racismo y xenofobia” e incita al odio. Oponerte al matrimonio y adopción por parte de homosexuales (respetando a la persona) es “homofobia” y es delito de odio, creer que hombres y mujeres son complementarios, pero psicológica y biológicamente diferentes es “machismo” y es delito de odio…

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Algún día descubriremos a quién sirve Esteban Ibarra realmente

Eso sí, el marxismo y el separatismo de ETA no es “delito de odio”. Más de cuarenta años matando españoles en nombre de estas ideas pero nunca a nadie se le ocurrió insinuar que quizá esas ideas de odio provocaban los crímenes de odio etarras ni del resto de grupúsculos de extrema izquierda ultra-violenta que campan a sus anchas. Tampoco es discurso de odio el islam, una religión en pleno proceso de expansión y radicalización que el Estado no sólo no combate, sino que fomenta su expansión, su demografía y su enseñanza en los centros públicos, una religión que se enseña a través de mezquitas como la de la M-30, controlada por la integrista Arabia Saudí, y que reclutaba terroristas para el EI, según la Audiencia Nacional. Una religión en cuyo nombre los talibanes acaban de matar a 160 personas en un colegio de Pakistán. Tampoco es “discurso de odio” el separatismo catalán, que lleva cuatro años diciendo abiertamente que la crisis en Cataluña es culpa de “los vagos españoles”, que les roban y les parasitan, sin que ninguna “Fiscalía del Odio” ni ningún Esteban Ibarra haya movido un músculo. Tampoco es delito de odio Pablo Iglesias cantando la Internacional puño en alto con banderas de la genocida URSS, ni tampoco lo es el sionismo, una ideología supremacista y racista, llegando una diputada sionista israelí a declarar durante la última invasión de Gaza que todas las madres palestinas tenían que ser exterminadas.¿Eso no es odio?¿quién decide qué es algo tan abstracto como el odio? no nos preocupemos, los promotores de este delito han formado a su propia Policía del Pensamiento, que a su vez adoctrina a la Policía de verdad. En esta Policía del Pensamiento, en España destacan el Movimiento Contra la Intolerancia, del ex-militante de ultraizquierda y hoy títere del sionismo, Esteban Ibarra, y SOS Racismo, entre otros.

Y por supuesto, seguirá impune el “discurso de odio” contra el hombre blanco heterosexual español, contra el patriotismo, contra la religión cristiana…la simbología separatista y de ultraizquierda en el fútbol y en las calles continuará como hasta ahora. Nos quieren hacer creer que se perseguirá a todos “los discursos de odio” pero no es verdad. Sólo se perseguirá al Nacionalismo español, aunque de vez en cuando, para disimular un poco, tendrán que actuar con otros, como han hecho con estas últimas redadas de anarquistas e islamistas, haciéndolas coincidir con las detenciones de seguidores del Atlético de Madrid (también para lavar la imagen del gobierno ante sus votantes, después de las últimas liberaciones de etarras). La prueba de a quién van a ir dirigidas estas leyes son los invitados que estaban en el acto del Secretario de Estado de Seguridad. Aparte de los directores generales de Policía y Guardia Civil, estaban el mismo Esteban Ibarra, y la presidenta de un colectivo de homosexuales. No había hombres víctimas de la Ley de Violencia de Género, ni españoles víctimas del terrorismo y de la violencia marxista-separatista, ni españoles víctimas de agresiones inmigrantes, de la persecución del separatismo catalán, ni católicos víctimas del odio anti-cristiano o del terrorismo islamista.

Y todo por unos supuestos mil y pico “delitos de odio”que se cometen en España al año. Cifra ridícula en un país con 46 millones de habitantes y seguramente la mayoría de esos delitos son simples comentarios “racistas” y “homófobos” sin ningún delito real e incluso peleas y agresiones entre distintos colectivos de inmigrantes. El ciudadano normal debería preocuparse, ya que todo el tiempo que la policía y la Guardia Civil dediquen a esta estupidez no lo estarán dedicando a perseguir los delitos reales.

En resumen, se ha aprovechado (¿provocado?) la muerte del ultra gallego para, usando primero como experimento algo tan popular como el fútbol, decretar leyes totalmente inconstitucionales(llegando al punto surrealista de evaluar la estética, los tatuajes y las banderas del supuesto “odiador”) que nos llevan un paso más hacia la dictadura ideológica de un pensamiento que, aunque progre-marxista-izquierdista, se promueve y se impone a los Estados por parte del capitalismo y del sionismo internacional globalista