Hace cuatro años el inútil que todavía ocupa la Casa Blanca decidió, siguiendo Dios sabrá que oscuros designios, que había que destruir a Gadafi. El cual, con todos sus defectos, era una hermanita de coro si lo comparamos con todos los tiranuelos, criminales y psicópatas seniles que “ejercen” en Arabia Saudita y sus satélites del Golfo Pérsico, sin que ello sea óbice para su “íntima amistad” con quienes todavía se creen los “gendarmes del mundo”.
Europa, con su lacayuna sumisión, al toque de corneta yanqui, se sumaron, con fervor digno de mejor fin, y también pusieron su “grano de arena” a la destrucción de Libia como estado unitario, pues de esto se trataba. La operación militar no solo era derrocar a su presidente, sino también su Estado.
Una vez aniquilado el ejército libio, que servía de elemento civilizador, quedo un país dividido y en la anarquía. Como antes de la conquista italiana, volvía a ser Cirenaica, Tripolitania y las salvajes y rebeldes tribus del interior. Solo que, ahora, hay que sumar las bandas terroristas islamistas.
Las consecuencias de esta “destrucción programada” están a la vista: anarquía y destrucción por doquier, centenares de miles de inmigrantes ilegales- para negocio de las mafias que controlan este tráfico – zarpando, con absoluta impunidad, desde sus costas rumbo a la invasión de Europa.
Para remate sangriento la masacre de 21 coptos egipcios, a manos de los terroristas musulmanes del autocalificado E.I. Anticipo de otras matanzas a buen seguro superiores en horror y número de víctimas.
Quien siembra vientos, recoge tempestades. Los “usaicos” llevan ya más de un siglo dedicados a esta “siembra”, si bien las tempestades las sufrimos los demás, especialmente la sumisa y “obediente” Europa.
Sobra decir que de los millones de sirios, eritreos, somalíes y demás tribus africanas que aguardan el “gran asalto” a nuestras costas- vía Italia – ninguno terminara en “Yanquilandia”. Tampoco serán sus ciudadanos los que mueran degollados o quemados vivos en la otrora prospera-para los parámetros africanos- Libia.
El principal promotor del derrocamiento de Gadafi fue el judío Sarkozy