General  Núñez.-  ¿Te  encontrabas en el navío “San Nicolás de Bari” con ocasión de rendirse este barco a los ingleses?

Martín. – Yo no he estado nunca en el “San Nicolás de Bari” en ocasión de rendirse a los ingleses.

El Fiscal. – ¿No te encontrabas en el “San Nicolás de Bari” el 14 de febrero?

Martín.-Sí señor­-.

El Fiscal. ­-¿Y no fuiste después a poder de los ingleses?

Martín:- Si señor

El Fiscal. – Entonces, ¿por qué niegas haber estado en el “San Nicolás de Bari” con ocasión de rendirse a los ingleses?

Martín. – Porque el “San Nicolás de Bari” no se rindió, sino que fue abordado y tomado a sangre y fuego

El Fiscal. – ¿Y a qué llamáis entonces rendirse?

Martín.  – Yo creo, que no habiendo ningún español cuando se arrió su bandera, mal pudieron haber capitulado.

El Fiscal. –¿Pues donde estaba la tripulación?

Martín. – Toda se hallaba muerta o malherida.

.- Pero el famoso cuadro de Westall…

.- ¿Y dónde se halla ese cuadro?

.- Pues en el  National Maritime Museum, Londres, lo sabes muy bien.

.- ¿Pues, entonces…?

.-. ¿Entonces, qué…?

.- Pues ¿qué va a ser? ,  que estamos ante otro caso como el de  “La matanza de los inocentes”  de  Brueghel.

.- ¿No me digas?

.- Pues claro, ya ves si no el testimonio de Martín.

.-  ¿Y…?

.- Pues, que ellos arriman el ascua a su sardina, como siempre, pero el navío jamás se rindió.

.- Y  ¿Don Tomás de Geraldino?

.- Mortalmente herido da orden expresa de no rendir el navío. Esa es la verdad.

.- Pues parece ser que no gozaba precisamente de buenas referencias entre la marinería, por su carácter distante y altivo – dicen –

.- Muy lógico; eso era norma general en la Oficialidad Española compuesta mayoritariamente por aristócratas que  no confraternizaban con las tripulaciones precisamente. Era otro rango social,  pero a la hora de la verdad  todos respetaban las jerarquías y  cada uno sabía estar donde le correspondía.

.- Y este es el caso, supongo…

.- Pues sí, el aristócrata jerezano con fama de orinar agua de colonia los tenía bien puestos, ya que bien pudiera haber rendido el navío y esperar dada su condición un cómodo rescate tratado a cuerpo de Rey, pero su deber era otro, porque en el desarbolado y hecho trizas  “San Nicolás de Bari”  con la tripulación muerta o malherida queda algo por conquistar.

Sobre la toldilla arbola la bandera española que flota al viento sin rendirse.

Las órdenes del comandante al granadero extremeño Martín Alvarez Galán  fueron tajantes:

“Hasta que yo no lo ordene, la bandera no se arría”

.- Mal puede dar órdenes un muerto…

.- Mal, en efecto.

Poca cosa puede hacer el solitario granadero que la custodia, así que cuando el Sargento Mayor de la Royal Navy,  William Morris, con el navío inundado de ingleses, la tripulación, el comandante y los oficiales muertos o malheridos en un espantoso río de sangre y vísceras,  ve que el granadero sigue ahí incólume, en su puesto, sable en mano, defendiendo las drizas de la enseña,  se dirige a la toldilla, se va hacia ella y con gesto imperativo ordena a Martín algo que un granadero extremeño, poco versado en idiomas además, no puede ni quiere hacer, así que antes de llegar sable en mano por haber agotado la munición, Martín le da el alto.

El Sargento Mayor,  aunque sorprendido,   hace caso omiso y se acerca. El sable del extremeño  lo atraviesa con tal fuerza que queda clavado en la madera del  mamparo.

Un nuevo oficial y más soldados se acercan y el centinela que no logra desasir su sable de donde se halla pinchado, coge el fusil a modo de maza y con él da muerte a otro oficial y hiere a dos soldados más. Da después un salto desde la toldilla para caer sobre el alcázar de popa donde lo acribillan a tiros los ingleses.

Nelson que ha presenciado la escena, impresionado,  se aproxima al cadáver, silencioso…

El “bucanero” siempre odió a los españoles, pero también supo reconocer el valor del enemigo, así que en esta ocasión el hereje se porta tal que fuera un hidalgo castellano y cuando están recogiendo los muertos para arrojarlos al mar con una bala de cañón como lastre, ordena que a Martín se le envuelva en la bandera que con tanto valor defendió.

Los marineros que cumplen la orden se dan cuenta al moverlo que el cuerpo tiene aún un hilo de vida…

Nelson ordena  evacuar al herido a un hospital portugués, donde milagrosamente salva la vida.

Una vez restablecido y puesto en libertad por los ingleses, viaja a Sevilla y posteriormente a Cádiz para testificar en la causa instruida para la averiguación de la conducta del comandante y los oficiales del “San Nicolás de Bari” lo mismo que de los demás buques en el desastre del Cabo de San Vicente.

Tras la investigación sumaria instruida el fiscal decide expresar por escrito la gallardía del granadero de marina Martín Alvarez y por los méritos acaecidos en la batalla se le quiere premiar ascendiéndole a  cabo, pero para eso es necesario sabe leer y escribir aunque sea un poco; Martín, no sabe.

En 1.848 mediante una Real Orden se dispuso que a partir de entonces hubiera perpetuamente un buque en la Armada de al menos  diez cañones con el nombre del infante de marina Martín Alvarez Galán.

Por otra Real Orden de 4 de julio de 1.878 se estableció que el nombre de Martín Alvarez  “… deberá figurar constantemente como presente a la cabeza de las nóminas de revista de la Primera Compañía del Primer Batallón del Primer Regimiento (sito ahora en el Tercio de Armada de San Fernando), y que al pasarse ésta sea pronunciado por el Coronel del mismo para que sirva de noble estímulo en el Cuerpo que debe honrarse con la memoria del héroe soldado.

Aun hoy en día en la casamata de Gibraltar se puede contemplar un cañón con un cascabel con dos delfines en sus asas y esculpido el escudo de España el “Carolus III” y una plancha de hierro con un texto en inglés que traducido dice: “14 de febrero de 1.797.- Batalla Naval del Cabo de San Vicente. Hurra por el Captain, hurra por el San Nicolás, hurra por Martín Alvarez”

Y en el Museo Naval de Londres se conserva con veneración y respeto el sable con el que el infante de marina Martín Alvarez clavó en un mamparo al Sargento Mayor William Morris.
.-
O sea que a Nelson se debe que el nombre de este granadero Martín Álvarez no quedase en el anonimato pudiéramos decir.

.- Sí, sí, claro, nobleza obliga.

.- Y por cierto ¿Cuál era su localidad de origen?

.- Pacense, de la localidad de  Montemolín. Aún hoy en su pueblo se rinde homenaje a su figura con presencia de autoridades Civiles y Militares con un emotivo acto castrense.

 

No es de extrañar pues que  su sentido del deber y fidelidad a la patria admirara a los propios enemigos, quienes como ya les he indicado  conservan su sable  junto con la destrozada bandera del “San Nicolás de Bari” en señal de respeto y admiración en el Museo Naval de Londres

¡Tres Hurras por el Granadero Martín Alvarez…!

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