Ocurre que el modelo del Estado del Bienestar europeo, por mucho que lo cuestionen sus adversarios, sigue siendo financieramente viable. Tan viable como mantener nuestras fronteras nacionales abiertas de par en par a la inmigración, pese a contar la idea con otro número notable de detractores. Lo que, en cambio, no resulta en absoluto factible es que esos dos propósitos, conservar el Estado del Bienestar y al tiempo hacer permeables las fronteras a la inmigración, puedan convivir en plácida armonía. Eso, simplemente, es imposible. Pero la izquierda no lo quiere entender.

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