Hace unos tres años Madrid vivió un trágico suceso: junto a la mezquita –creo que llamada de la M-30- un nigeriano, musulmán por más señas, ataco brutalmente, con un hacha, a varios agentes de la Policía Nacional. El inmigrante llego a arrebatar la pistola reglamentaria a uno de los agentes, tratando de disparar, si bien no llego a poder hacerlo al no haber bala en la recamara.
El resultado fue tres agentes heridos de consideración y el salvaje negro detenido tras precisarse de refuerzos para reducirle. Solo la suerte impidió que los agentes resultasen muertos.
Hace pocos días una peligrosa banda albano-kosovar escapaba a una operación policial, disparando contra la fuerza pública e hiriendo de gravedad a uno de ellos, al atropellarlo con el coche en la fuga.
Muchas situaciones de riesgo se han dado en todo este tiempo a manos de una criminalidad cada día más violenta y crecida de su impunidad y de las cortapisas que en España tiene las Fuerzas del Orden para ejercer su legítima defensa y la de la sociedad.
Por el contrario, hace dos días en JOUE-LES-TOURS (Francia), un terrorista islámico- nacido en Burundi(África)- entraba en una comisaría de Policía, armado con un cuchillo con el cual hirió de gravedad a tres agentes. El criminal fue abatido a tiros.
De inmediato tanto desde el Primer Ministro, hasta el procurador de la república, pasando por el ministro de Interior, apoyaron la reacción policial, tildándola de “evidente acción de legítima defensa”.
Sinceramente no me imagino esta actitud, seria y responsable de los franceses, de haber ocurrido lo mismo en España. No quiero imaginar el calvario disciplinario y judicial que habrían hecho pasar a los policías que se defendieron a tiros. Los interrogatorios de sus propios “compañeros” de asuntos internos, del fiscalete de turno y del juezarra de guardia. Las editoriales de los medios garantistas- con los criminales ¡faltaría más!-, las preguntas en el Congreso y los balbuceos del ministrin de turno.
El vil asesinato, a puñaladas, de un policía nacional en Murcia- a manos de un vagabundo lituano- o el reciente asesinato, no menos infame, en Galicia de otra agente de policía ; son debidos a unas “reglas de comportamiento”, dictadas desde cómodos despachos, por gentes que no conocen la violencia que hay en la calle, ni jamás han visto en peligro sus bien pagadas vidas.
Mientras para estos “mandos” – politizados e incompetentes – y políticos de medio pelo sea más importante la vida de un criminal deleznable que la de un policía seguiremos sufriendo muertes inocentes, operaciones frustradas y saldadas con heridos.
Tal vez los “sociolistos” franceses nos terminen dando lecciones de cómo responder cuando hay vidas inocentes en peligro.
Aunque dar lecciones a los del PePerro Podrido es fácil y, visto lo visto, cualquiera se las puede dar. ¿Aprenderán la lección sus votantes?.
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