Noche de sorpresas, en vez de tinieblas de «sorpasso». He de confesar que yo ―como tantos otros articulistas, supongo― tenía preparado otro artículo, dedicado a analizar la amenaza de un frentepopulismo acaudillado por el Turrión y sus pretorianos, tras haber dado el «sor- passo» a unos sociatas en caída libre. Pensaba escribir uno sobre cómo España se había transmutado en un gigantesco país de Pandora que iba a inundar el mundo con los siete males ―pues los cuatro jinetes del Armageddón ya saben quiénes son―. Y, mira por donde, de la noche de hoces y martillos largos pasamos regocijadamente a una apoteósica noche en los jardines de España.

«¡España, España!». Eso decía la multitud que se concentró en Génova… «¡Que viva España!»… «Yo soy español, español, español», mientras hacían ondear las enseñas nacionales. Rajoy repitió hasta la saciedad la palabra «España», mientras que en la sede del PSOE no la oí ni una sola vez, ni observé ninguna bandera nacional; y mucho menos se la escuché a los mostrencos podemitas, que con cara agilipollada intentaban hablar de orgullo (sic), mientras mostraban banderas gays, republicanas, moradas… de la española, ni rastro. Y esta izquierda alérgica a llamar a nuestra Patria por su nombre es la que quiere gobernarnos: bondad graciosa. Ole y ole. Quieren ligarse a todo un pueblo sin llamarle por su nombre, diciéndole simplemente «pueblo», «gente», «los de abajo»…

Para evitar quedar como fachas por mirar a España a los ojos nombrándola con respeto y amor, dicen los repelentes circunloquios  de «este país», «por un nuevo país», «la sonrisa de los pueblos», «la sonrisa de un país», el becqueriano «Patria eres tú»… y otras chorradas por el estilo. Sólo Potter Errejón se atrevió con alevosía a nombrarnos, pero estropeó su sorprendente alusión con el grotesco contenido de la frasecita donde colocó el nombre de nuestra Patria. Vino a decir que los resultados de las elecciones «son malos para España» (sic) Ole y ole.

O sea, que, como si fuera un partido de la NBA, España (PP y C’s) 169 ― Estepaís 156.

Lo del «estepaís» podemita no es de extrañar, porque estos radikales antiespañoles pescan la mayoría de sus escaños en las mareas independentistas: 12 en Cataluña, 9 en Valencia, 5 en Galicia, 6 en el País Vasco… Total. 32 escaños, casi la mitad de su representación parlamentaria. Es un hecho demoledor de por dónde va esta chusma reparar en que las dos únicas CC.AA. donde no ha ganado el PP son Cataluña y el País Vasco, comunidades que han dado su voto a Unidos Podemos porque lleva en su programa el referéndum de autodeterminación. Es decir, que son votos prestados, hasta el punto de que los podemitas no se comerían un rosco si lo sacaran de su programa electoral.

Otro caso notable es la debacle de C’s, pero esto no ha sido ninguna sorpresa. Ante la amenaza del «sorpasso» podemita, los votantes del PP le han devuelto 500.000 votos que le habían prestado a Albert Rivera, al darse cuenta de que votar a los naranjas era darle los votos al PSOE en una futura coalición. Rivera no ha entendido que lo que sus votantes le pedían era que fuera más PP, pero sin corrupción, y, en su afán de arañar por el ala derecha de los socialistas ―visto que la sustracción de votos al PP ya había tocado techo― jugaron a ser izquierdosillos, maniobra que los derechones de toda la vida no le han perdonado. A la vista de los datos, ¿seguirá insistiendo Rivera en que se vaya Rajoy para pactar?

También me ha llamado la atención la machacona insistencia de la mayoría de los candidatos en recurrir al manido os/as, o as/os, más recurrente, por supuesto, en los enemigos del «heteropatriarcado» ―podemitas y sociatas―. Es abrumadoramente cansino escuchar: «ciudadanos y ciudadanas», «amigos y amigas», «todos y todas»… Ya la Real Academia de la Lengua ha llamado la atención sobre la inconveniencia lingüística de esta manía de trastornar nuestro idioma, pero ahí están, erre que erre… A ver si algún día les da por el «eñe que eñe» de usar nuestro idioma como siempre se ha hecho, antes de que algún descerebrado denuncie a la «heteroespaña», o a nuestro «heteroidioma».

Con todo, la frase más grotesca, más ridícula, más epatante la escuché de la ínclita Irene Montero. Confieso que ya me esperaba cosas así, pero cuando esa incompetente gachí proclamó a voz en grito aquello de «¡A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar!», mi pasmo solo terminó cuando rompí a reír  a mandíbula batiente. Eso me sonaba a más «arderéis como en el 36», pero musicalizado. O sea, que primero nos achicharran, y luego nos ahogan.

Así que todavía están con Paquito Ibáñez en el Olympia de París. Es estupefaciente que estos energúmenos niñatos progrepijos que no han pasado del 36 se llamen a sí mismos progresistas, cuando son más carcas y conservadores que los derechones. Por supuesto, vino luego el Errejón y arrancó con Silvio Rodríguez como quien se arranca por bulerías, mientras los simpatizantes del PP atronaban con el «¡Vivaspaña!» del pasodoble que tan bien cantaba Manolo Escobar.

Los podemitas querían cubrirse de gloria y, como los eternamente fracasados piratas de las aventuras de Astérix, se han «cubi’eto ‘idiculo». Nos querían llevar a la «España de Pandora», y estamos en la España de pandereta y castañuelas, que ha salido de las elecciones como un toro, vestida de grana y oro, cantando pasodobles en vez de las patochadas pseudorrevolucionarias del Silvio y Paquito el Ibáñez, rezando Rosarios por España por toda nuestra geografía.

O sea, que el PP otra vez campeón de Europa, ¿no?

Como decía Vicente Aleixandre: «Paz a los hombres […] La noche es larga, pero ya ha pasado».

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MÁS DE LAUREANO BENÍTEZ GRANDE-CABALLERO