Celebramos un nuevo 1 de mayo y los problemas de la clase trabajadora y del sector productivo español siguen siendo los mismos que tenemos desde los años 80, cuando Felipe González y el PSOE, títeres del globalismo, decidieron desmantelar todo nuestro sistema productivo y todo aquello que nos daba soberanía para convertirnos en un país de servicios totalmente dependiente de potencias y fuerzas extranjeras.

Desde entonces el paro se ha disparado y solo creamos empleo cuando se producen burbujas que estimulan temporalmente el empleo pero que, cuando estallan, dejan la situación peor de lo que estaba al principio. Eso ocurrió con la burbuja inmobiliaria de Felipe González (1986-1992) con la de Aznar-Zapatero (1998-2008) y eso parece que está ocurriendo también con la burbuja de dinero-deuda que está creando el BCE desde el año 2012. Desde ese año el BCE está imprimiendo dinero en masa, dinero que está estimulando nuestra economía artificialmente, pero a base de crear una deuda gigantesca. El BCE ya ha anunciado que en verano deja de imprimir dinero. Las consecuencias para nuestra clase trabajadora y productiva pueden ser desastrosas.

Porque es cierto que se está creando empleo, y que las decisiones del gobierno de subir el SMI y fomentar el empleo indefinido son correctas, pero de momento nuestra economía ha podido absorber esas medidas justo gracias al BCE. El día que dejen de llegar euros desde Frankfurt nuestro mercado laboral se puede desintegrar.

Y eso que ya está bastante desintegrado. La destrucción de nuestra industria y de nuestras escuelas de formación profesional destruyeron el empleo productivo y estable y lo sustituyeron por empleo mal pagado y precario en el sector servicios, la destrucción de nuestra soberanía energética ha aumentado los precios de la energía y la inflación hasta hacernos perder competitividad, la importación en masa de mano obra extranjera ha destruido sectores enteros de nuestro mercado laboral como la hostelería, la construcción, el cuidado de ancianos o la recolección agrícola y ha expulsado a nuestros jóvenes de esos mismos sectores provocando el mayor paro juvenil de Europa. La competencia desleal china y de otras zonas del mundo con los tratados de libre comercio ha hecho muchísimo daño a nuestra economía, sobre todo a agricultores y ganaderos, la subida masiva de impuestos está dañando a nuestros autónomos y pymes (ellos también son trabajadores)

Además, toda la ingeniería social de los últimos 40 años está impidiendo a los trabajadores nacionales que formen familias y puedan nacer los trabajadores (y los consumidores) del futuro, lo que nos obliga a importar en masa millones de trabajadores del tercer mundo, con las consecuencias imprevisibles que puede tener para nuestra economía una sociedad multicultural e inestable.

La situación actual recuerda a la de los últimos meses de la época de Zapatero: la calma antes de la tormenta por una dependencia total del extranjero. O España recupera su soberanía o las crisis se sucederán una detrás de otra. Y al final serán los trabajadores los que las pagarán.

DN TRABAJO