Como dijo León Felipe, «he visto que la cuna del hombre la mecen con cuentos». Sí, porque ahora las leyes LGTBI no mecen cunas de hombres ―intolerable machismo―, sino que lo que sus arrullos arcoirisados acunan son criaturas, que el día de mañana elegirán si tienen pene o vulva, o vete a saber qué órgano psicodélico… Y no me digan que estas paparruchas no son cuentos.

Cunas con cintas arco iris, a las cuales mandarán a brujas corujas que profetizarán con sus vudús y sus tarots en qué categoría de la pluridiversexualidad los incluyen.

¿Que cantarán a estas criaturas los guardadores/guardadoras? ¿Quizás aquella de «¿Eres tú mi princesito azul que yo soñé?», al ritmo de una conga, baile LGTBI por excelencia.

He visto también que el cerebro de los españoles los lavan con cuentos, con historias mágicas vomitadas por mediáticos cuentistas, donde unos reyezuelos de la nada, predicadores puño en alto de aleluyas laicos, tararean sus internacionales para dormirnos, vendiéndonos crecepelos, prometiéndonos cambios ―incluso de sexo, oiga― que nos llevarán ―mediante un gobierno «progresista»―, a una Arcadia feliz que ningún gobierno ha entrevisto siquiera, y ya llevamos siglos de democracia. Cuentos y más cuentos; mentiras y más mentiras.

Ya desde la más tierna cuna nos han venido con el cuento de que los republicanos eran los principitos rojos, enfrentados a lobos azules que querían devorar nuestras libertades. Sí, sí… República masónica encarnada en la libertad y la democracia, cuando su objetivo era desarrollar una revolución que condujera a España a la dictadura del proletariado, Jauja de las libertades, paraíso staliniano donde, como diría Azaña, «España, por fin, ha dejado de ser España».

Nos quieren gobernar con cuentos. Por ejemplo, el partido podemita ―el más cuentista de la galaxia― quiere sacar una ley con el fin de erradicar la pobreza infantil, adjudicando a cada niño en situación de riesgo 1200 € anuales. Loable empresa teñida de una colosal hipocresía, pues las hordas luciferinas, a la vez que persiguen limpiar las calles de esas multitudes de niños con barrigas biafreñas que según ellos tenemos en España, se olvidan de dos pequeños detalles: en primer lugar, que cuando el Ayuntamiento de Madrid intentó poner en marcha comedores veraniegos para niños que en teoría pasaban hambre, se llevaron la sorpresa de que solamente eran unos cuantos, y entre ellos no abundaban los españoles, que digamos. O sea, que la medida va orientada sobre todo para niños de inmigrantes, y no es porque no tengan medios, sino porque, inmersos en la economía sumergida, éstos no salen a flote, con lo cual, en esto como en tantas otras cosas, roban esos recursos a los españolitos necesitados autóctonos.

La segunda gran mentira, el segundo gran cuento es una demostración vergonzante de la hipocresía que se gasta esta chusma, untada con millones de dólares por gobiernos despóticos, poseedores algunos de un patrimonio de cientos de miles de euros, de los cuales no dedican ni uno solo a dar de comer a ninguno de sus pobrecitos biafreños españoles, ni uno solo para poner comedores que palíen el hambre esas multitudes de harapientos, a lo que sí se dedica la Iglesia, esa institución rescatadora de «la gente» con la que quieren acabar ellos, los que iban a rescatar a las famélicas legiones con su puño

en alto… pero, eso sí, bien cerrado para no dar nada que no sean mamporros a sus enemigos.

Y la tercera hipocresía es la más grave, porque nos vienen con el cuento de la pobreza infantil que hay que rescatar mientras proclaman el derecho al aborto libre y sin plazos. ¿Quién rescatará los pobres niños torturados y asesinados en el vientre de sus madres? Como decía aquél: pobre niño, nadie te rescatará cuando te hayan matado.

Cuentos y más cuentos, princesitos y principitas que quieren poner en las escuelas, con el cuento de que los pobres son marginados y sometidos a acoso, y deben tener sus derechos el día de mañana. Según afirma el hada pepera de los LGTB ―la Cifuentes―, España es el país que más reconoce los derechos del colectivo LGTBI. Sí, es puro cuento que a través del adoctrinamiento LGTBI en las escuelas a los pobres infantes busquen reivindicar sus derechos, pues ya tienen en abundancia, constituyendo con frecuencia una forma escandalosa discriminación positiva. Puras mentiras, pues lo que realmente buscan es hacer proselitismo, propaganda, sumar a sus filas a los adolescentes confundidos por tan ominosa publicidad. ¿Objetivo real?: pues reducir la población mundial, según los dictados del NOM.

Y luego se llenan la boca hablando de democracia, nos cuentan cuentos sobre que vienen a devolver al pueblo sus derechos y libertades arrebatados por la derecha, cuando todos sabemos que el puño en alto y la internacional están reñidas con la democracia, que el modelo comunista que figura en su horizonte es el gran violador de los derechos y libertades humanas, apoteosis de chekas, gulags, hambrunas, persecuciones y campos de exterminio. Puro cuento, maquiavélica hipocresía.

Cuentan que sí se puede… se puede hundir a un país aumentando hasta el paroxismo el déficit público, machacando a impuestos a las clases medias y bajas con el fin de mantener a ninis e ilegales, a famélicas legiones que sólo existen en su imaginación.

Dicen que no son corruptos, que son los salvadores de la patria, que sus cargos dimitirían cuando fueran sometidos a una imputación… Puro cuento, vergonzosas mentiras, que estos imputados relatan en forma de cuentos.

Quieren gobernar España, pero esto es otro cuento, puesto que lo que quieren es destruirla. Nunca nos gobernarán, pero, si un día alcanzaran el poder, sólo podrían ejercerlo en un país llamado «PluriVallekas».

Y el himno de España lo ahogan con cuentos en forma de silbidos; y las banderas de España en sus mítines las ahogan con banderas gays; y a las iglesias querrían mecerlas cantándolas esas nanas que hablan sobre que «Arderéis como en el 36», mientras se llenan la boca con la palabra democracia. Pretenden legalizar la blasfemia, pero al mismo tiempo elaborar una ley-mordaza tiránicamente represora sobre cualquier comentario contrario a la ideología de género. Y luego protestan por la ley gubernamental que pretende garantizar la seguridad ciudadana, acusándola precisamente de ser una «ley Mordaza».

Porque no vivimos en una democracia, señores, sino en un cuento, en una España virtual donde nada es lo que parece, donde por el mar corren las liebres, por el monte las sardinas, y por los hemiciclos los podemitas contadores de cuentos.

Me han querido dormir con los cuentos, pero yo me los sé todos. Y así, puedo decir aquella magnífica frase: «Es divertido escuchar la mentiras, cuando se sabe ya toda la verdad».

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