La «flamante» alcaldesa de Barcelona – !pobres barceloneses!- sigue sin enterarse de cual es su nuevo empleo, por el cual va a cobrar de todos sus conciudadanos.
Sigue en plan alborotador y profesional de la manifestación y de la algarada callejera.
El sábado se puso al frente de una algarada, ante el C.I.E. de Barcelona, «exigiendo el cierre» del mismo.
La alborotadora sabe perfectamente que en ese CIE – Centro de Internamiento de Extranjeros- la mayoría de sus inquilinos son inmigrantes ilegales, pendientes de expulsión por la comisión de delitos. Muchos incluso ni han pasado por prisión al conmutarse la pena de reclusión por la expulsión a su país.
A la Colau le molestan los militares, los españoles que no quieren dejar de serlo, los cruceros de lujo y los turistas que vienen a gastar en las tiendas «chic».
¿Que no le molesta a la alcaldesa? Pues lo que si molesta, y mucho, a los ciudadanos normales: los delincuentes, los inmigrantes ilegales, que viven de la «sopa boba» de todos nosotros, que invaden las aceras mendigando o traficando con falsificaciones y drogas.
Esta gentuza es la que quiere ver la Colau en los espacios públicos, en casas pateras, en parques «ocupados» por sus tríbus.
Si esta sujeta impresentable dejase por unos momentos la demagogia barata, cosa harto difícil de imaginar en ella, y fuese un mínimo coherente lo que haría sería encargar a la dirección del CIE, que cuando soltasen a unos cuantos negros o moros, como inexpulsables – cosa que ocurre, desgraciadamente, con demasiada frecuencia – la avisaran a ella. Que «adoptase» unos cuantos ilegales, esos que tanto le gustan a ella y los suyos, y se los llevase a su casa, manteniéndolos ella.
Mientras no «adopte», al menos a un ilegal, su gesto anti CIE sera demagogia pura y dura. Común a esa «casta» que ella tanto critica.
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