La foto política de ayer, en la práctica totalidad de los medios, fue la imagen de Pablo Iglesias y Su Majestad Don Felipe. No importa en qué medios, hasta la Casa Real en su web la seleccionó como la foto del día. Parece que hay consenso para publicitar a este tipo entre multinacionales de la información y monarcas.

La imagen en cuestión no es nada del otro mundo: un encorvado y ladino Pablo, cual consejero brujo de una serie de fantasía heroica, le entrega una cajita al nuevo monarca de España, al que la barba, la estatura y la rigidez de la pose le dan un aire del todo medieval.

Seguro que el romántico y republicano Pablo llegó a fantasear por un momento con que la cajita contuviese una bomba, a lo “Mano Negra”, pero no: contenía una serie de televisión de pago.

Esta serie, violenta donde las haya, ambientada en una imaginaria Edad Media Europea, está llena de ambiciones políticas, luchas maquiavélicas y no pocos personajes que luchan por su patria y su honor, así que no acabo de entender cómo la extrema izquierda, tan beligerante con estos valores, la ha convertido en su bandera. Pablo ya nos sorprendió con un libro dedicado a la serie, escrito a medias con un etarra. Y, tanto él como su novia o exnovia, la corrupta de Rivas Vacía Madrid, se llegó a definir como la Khaleesi, una de las protagonistas de esta serie.

He de confesar que, aunque desde niño soy aficionado a la literatura fantástica, en especial a los maestros Robert E. Howard y Tolkien, no he leído esta novela ni el libro de Pablo Iglesias, ni sé cómo acaba la serie, aunque viendo la promoción en los medios y el ansia que pone Pablo, me lo puedo imaginar. También me da muchas pistas que se identifiquen tanto con la Khaleesi.

En un principio, esta chica, una “desheredada” que, gracias a su matrimonio con un Dothraki, comanda un ejército sureño (una mezcla del ISIS con los Hunos de Atila), ve cómo, tras arrasar un pueblo, sus soldados están violando a una mujer. Ella se apiada y la auxilia otorgándole la máxima confianza, la convierte en médico de su marido herido en batalla. El resultado no podía ser más que el esperado cuando la caridad se impone al sentido común: asesina a su amado, no sin antes soltarle un discursito a la Khalessi que le devuelve los pies a la tierra.

Tras muchas aventuras, esta chica reptiliana e ignífuga, armada con tres terribles reptiles lanzallamas, se dedica a ir liberando esclavos a su paso, lo quieran o no. Pronto recibe noticias de que el Nuevo Orden que impone, lejos de ser el paraíso prometido es un caos en el que los esclavos se comportan de una forma más cruel e injusta que sus anteriores amos y en el que nada funciona. ¿No les suena? No me extraña que a Tania le guste tanto esta versión medieval de la Revolución Soviética. Por supuesto, sus terribles armas, los dragones, a veces se descontrolan y van sembrando su camino de lo que Otegui llamaría “daños colaterales del conflicto”, pero ella avanza firme a la conquista del continente con su ejército multicultural de libertos.

Ese continente imaginario se halla sumido en la corrupción, la crueldad y el caos y está dividido en reinos de taifas que luchan entre ellos, son esclavos de la Deuda a un gran banco y apenas atienden ya sus fronteras.

No solo la frontera Este se encuentra amenazada: un terrible peligro aún mayor viene del Norte. Sus antiguas leyendas les hablan de seres abominables que, más allá del muro, viven en el frío hielo y que, llegado el momento, cuando llegue el largo invierno, será la mayor amenaza que todos ellos van a afrontar. Nadie parece creerlo, prefieren seguir con sus luchas intestinas pero el invierno se acerca inexorablemente y la muerte acecha a esta civilización: mientras ellos luchan entre sí, una legión de inmigrantes zombis y hombres salvajes están saltando el muro.

Sólo los Stark y su estandarte gris del lobo, cuyo líder ha sido asesinado y que viven en la región más al norte de forma austera y honesta conservando sus valores ancestrales, parecen seguir tomando mínimamente en consideración esta amenaza y siguen nutriendo con sus hijos a la menguada Guardia de la Noche, una orden militar medieval de negro uniforme que vigila el muro y que en el pasado defendió con sus sangre a los reinos de los hombres. Sin embargo, hoy esta debilitada orden negra ya no puede contener la invasión.

¿A que esto también os suena?

Viéndolo así, puede que Pablito no esté tan equivocado y la serie tenga un claro paralelismo con la realidad política de España y de Europa, pero desde luego, siguen sin enterarse de cuál es el problema más grande que nos acecha y alguien debería recordarle que, aunque él se lo esté pasando muy bien, nuestro futuro no es un juego.

No sé cómo acabará la serie y la verdad, estoy perdiendo el interés, pero ya que están tan de moda los paralelismos, lo que si os animo a todos los que me leéis es a que nos ayudéis decididamente en nuestra lucha en el mundo real por recuperar los valores ancestrales de nuestro pueblo y por defender los muros de Europa, muros que jamás debieron ceder.
El Invierno está llegando, no me importa cómo termine esa serie, pero si me preocupa cómo acabe mi civilización y mi patria.

Manuel Canduela.

 

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