Como siempre que hay elecciones, la izquierda promete paraísos de cambio y progreso, presentándose como redentores de «los de abajo»
Siempre que hay elecciones me suelo acordar del señor Cayo, el «robinson» de la novela de Miguel Delibes que llevaba una vida rural ―hoy se diría que ecológica― autosuficiente en un abandonado pueblo de un recóndito páramo castellano, al que se desplazan tres militantes de un partido izquierdoso para conseguir su voto. Eran los tiempos de las campañas puerta a puerta, casi boca a boca… campañas artesanas de pateo, de juglares y saltimbanquis vendiendo sus pócimas mágicas en plazas y mercados, en ágoras porticadas, en púlpitos laicos, megáfono en ristre, blandiendo cada cual su retórica de vendedor de enciclopedias casa por casa.
Pero esos tiempos quedaron ya muy atrás, arrastrados por la torrentera mediática de televisiones y redes, donde el orador se ha convertido en tertuliano, donde la urna se ha convertido en «hashtag», donde el páramo se ha convertido en playa de pescadores. Estamos en la era de la ciberpolítica, donde las «estrellas de la muerte» de los gobiernos deben saltar al ciberespacio embarcados en naves interestelares repletas de «tuits», «hashtags», «trending topics», «blogs», «sms» y otras zarandajas de lo que se ha convenido en llamar «redes sociales», quizá por aquello de que lo que realmente pretende la acción política es «pescar» en los caladeros de la opinión pública.
Es el terreno ideal para las consignas simplonas, para las frases cortas de estilo publicitario, para los eslóganes huecos, para ese palabrerío de ortografía espantosa que cae sobre nosotros como una voraz langosta, comiéndose vocales y neuronas, manipulando ideas, fumigando las conciencias con venenosos mensajes que sirvan de anzuelo para atrapar a los pececillos despistados que pasan por ahí. De aquí a la política basura no hay más que un paso… y ya lo hemos dado, por supuesto.
La actual campaña de elecciones, desde este punto de vista, puede resumirse en el siguiente «hashtag»: #echararalpepe, aunque también suelen utilizar la variante de #echararajoy. En toda la historia de la democracia mundial nunca se ha visto un programa más sucinto, un estribillo más cansino.
Es la izquierda quien más suele utilizar las consignas cibernéticas, por aquello de que su caladero es la muchachada que todavía quiere cambiar el mundo ―pijoprogre o perroflauta, qué más da―, el sector de población que más se hace a la mar en el ciberespacio. Además, su pedigree revolucionario le obliga a manipular a las masas con soflamas populistas que encajan a la perfección con la descerebrada brevedad de un «hashtag». De ahí su palabra preferida: «Pásalo». O sea, que hemos evolucionado del parasitismo nihilista del «yo paso», al «pásalo». En mis tiempos, donde más se utilizaba esta palabreja era cuando nos decíamos «Pásalo bien».
Para conseguir defenestrar al PP ya están los demás partidos amenazando con cuchillos largos, con navajazos por la espalda en cualquier esquina mediática, con Walpurgis desatadas en noches de aquelarres pactistas, con noches de rojo satén desencadenadas de escobas volanderas para barrer a la derechona.
Hablan de corrupción, pero ahí están los «ERES», los Monederos de #declaracionescomplementarias, los Errejones #enchufadetesindarunpaloalagua, los Pabletes #quepaganennegroasustrabajadoresconsueldosmiseros…
Hablan de recortes sociales, pero qué decir de Zapatero #quitapagasextra, o #fabricaparadosquedagusto; o del Syriza rojoprogre #yorecortomuchomasquetu.
Denuncian a una derecha fascistona por leyes «mordaza», pero qué diremos entonces de los Zapatas de #metejudiosenuncenicero, de las Ritas #ardereiscomoeneltreintayseis…
Pocos Cayos quedarán ya por la geografía española, si es que no se han extinguido ya bajo los detritus de la modernidad ―si quedara alguno, desde luego que no sería descubierto por «Wild» Iglesias, que habita en sus despachos universitarios y sus poltronas mediáticas―. Pero siempre podemos recurrir al señor Pérez, el trabajador de hoy en día cuyo voto se disputa la izquierda que promete #cambioyprogreso. El Coletudo o el Sánchez le dirían con voz mitinesca desde cualquier #tertuliabasura, embutidos en sus camisas blancas y quizá una castiza boina por montera: «Ahora es un problema de opciones, ¿me entiende? Hay partidos para todos y usted debe votar la opción que más le convenza. Nosotros, por ejemplo. Nosotros aspiramos a #redimirel proletariado, al campesino. Mis amigos son los candidatos de una opción, la opción del pueblo, #la opcióndelospobres, así de fácil».
―#peroyonosoytonto» ―diría acaso el pobre Sr. Pérez. Ojalá
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