Enrique López

Enrique López

Sigue la provocación, zafia y gratuita, a una gran mayoría de españoles: los católicos. No solo a los que somos practicantes, sino de igual manera, a ese gran numero que lo son sociológicamente, que respetan unos valores y unos sentimientos íntimamente ligados al “ser” de España.

La indigna Colau, contrato, a sabiendas, a una presunta poetisa, para que recitara su eructo, escupiera su salivazo, contra la oración mas querida de los cristianos.

Para rematar la ofensa, felicito, al final del acto, a la guarra que, seguro salió del coño de una puta.

A esta ultra izquierda asilvestrada, rancia y atrasada, que imita los modos y maneras de los incendiarios de iglesias y asesinos de curas y monjas; le pierde el deseo de provocación continua y contra los mismos: los cristianos.

 

Son los mismos cabestros que se lo hacen encima cuando ven al llamado Dalai Lama y sus azafranescos acólitos; los mismos que lamen las mugrientas babuchas de los que lapidan a mujeres y cuelgan de grúas a los “lilas”; son los mismos que babean ante los negros animistas o paganos.

Todos estos, ajenos a nuestra Patria, cultura e Historia merecen su aprecio y protección, solamente los católicos, por el contrario, merecemos su desprecio. Porque saben que sus fieles no les van a devolver la pedrada.

Una acólita de Caramema- la bruja madrileña- asaltaba capillas; hoy su colega barcelonesa aplaude la blasfemia. Mañana en vez de asaltar, tetas al aire, quemaran iglesias; pasado en vez de blasfemar, querrán fusilar, como en su añorado antaño, a sacerdotes.

La canalla roja, la chusma marxistoide, la escoria blasfema sigue enrocada en sus taras y obsesiones. Y siempre contra el mismo “enemigo”, el catolicismo.