Enrique López

Enrique López


De forma modesta, a la altura de su pobre economía, la cristiana Armenia ha conmemorado el centenario del inicio del primer genocidio de la Historia. En el cual mas de millón y medio de sus compatriotas fueron, metódicamente, masacrados en Turquía.

No les basto con el asesinato, perpetrado la mayoría de las veces en medio de torturas y crueldades, solo imaginables en las sádicas mentes de los musulmanes. Igualmente centenares de miles de armenias fueron violadas, saqueados sus bienes, robadas sus tierras y quemados sus hogares.

La minoría armenia en el Imperio Otomano fue borrada, aniquilada, en una operación criminal perfectamente planificada por las autoridades militares y civiles del tenebroso imperio. Ya antes de este plan de exterminio, esas mismas autoridades habían azuzado al populacho musulmán contra los cristianos – armenios, griegos, caldeos..-ocasionando centenares de miles de víctimas.

Desgraciadamente los mártires armenios no tienen un “lobby”, como los judíos, para recordarnos sus males. Ni disponen de los multimillonarios medios y complicidades (prensa, televisión, cinematografía…) con que estos recuerdan, diaria y machaconamente, sus males, exageraciones incluidas.

Para mayor diferencia Alemania lleva décadas entonando el “mea culpa” y pagando fortunas a las hipotéticas “victimas”.

La Turquía islámica sigue negando el genocidio armenio. Menos aun a indemnizado a las victimas ni a sus herederos. Incluso ni reconoce los títulos de propiedad- tierra, casas, solares – de las víctimas.

Para mayor escarnio el infame gobierno turco aprovecho, esa misma luctuosa fecha, para celebrar su victoria, frente a Francia y el Imperio Británico, en la sangrienta Campaña de los Dardanelos, también conocida como Campaña de Galipoli.

Olvidan los miserables del fez y el turbante que dicha victoria fue gracias a la misión alemana, comandada por el gran estratega, General VON SANDERS, que dirigió las operaciones militares de los turcos. Estos solo pusieron la “carne de cañón” de sus desarrapadas tropas.

Que una cosa es asesinar cristianos indefensos y otra, muy distinta, enfrentarse a un ejercito occidental y cristiano.