Hoy quiero hablaros de la “misandría”: odio o aversión a los varones y a todo lo masculino. Esto no debemos confundirlo con “feminismo”: movimiento social que pide para las mujeres el reconocimiento y unas capacidades y derechos que por tradición han estado reservados para los hombres.

Últimamente estamos asistiendo a una degeneración del feminismo, alimentada por las recién llegadas redes sociales y arengada por grupos políticos de extrema izquierda que hacen creer a la sociedad, de la existencia de una explotación sexual, económico laboral e intelectual de la mujer de hoy.

No nos engañemos, es real la diferencia salarial entre ambos sexos y es aquí donde el feminismo debe centrar su lucha, porque en un país como el nuestro, perteneciente al primer mundo, no debe existir este tipo de ignominia y hay que atacarla con nuestra mejor arma, la democracia (Nota de DN: no estamos de acuerdo con esta afirmación de nuestra seguidora, pues a igual categoría y trabajo no existe ninguna brecha salarial entre hombres y mujeres)

Hace algún tiempo, me invitaron a una obra de teatro, subvencionada por el Ayuntamiento de Madrid. Por su carácter feminista, la obra se titulaba “Manolo, cómeme el coño” (disculpen la ordinariez). La trama discurría en una señora que recorría el escenario como Dios la trajo al mundo, gritando “Manolo, cómeme el coño” (mis disculpas de nuevo). Quiero subrayar que estaba subvencionada.

Acabo de leer un manifiesto feminista donde explican y sobre todo, animan a nuestros hijos a masturbarse. He visto fotografías publicadas en periódicos de alguna asociación feminista algo reprimida mostrando sus velludos traseros en la puerta de una iglesia, curioso que nunca las he visto en la puerta de una mezquita.

Paradójicamente no han salido en defensa de alguna diputada del Congreso insultada de forma sexista, o de niñas acosadas en colegios; por sus ideales políticos. También las eché de menos cuando insultaron a las novias de los Guardias Civiles apaleados en Alsasua.

A estas asociaciones, mal llamadas feministas, sólo se las siente cuando sus amos políticos así se lo ordenan, y como el perro de Pavlov por una recompensa en forma de prebenda denominada subvención, que no se nos olvide, pagamos entre todos.

Eso sí, antes de salir deben tomar café con sal, para disparar toda la inquina que llevan dentro, no sé muy bien si por la “misandria” de la que hacen gala o porque al final, se están vendiendo por calderilla al político que las utiliza para conseguir sus fines. El oficio más antiguo del mundo. Hagan acopio de sal, porque ‪el 8 de marzo‬ las veremos desfilar y habrá escasez en los supermercados.

Supondrán que yo no las acompañaré y mis motivos son, porque yo no soy “miembra” de nada, porque mi creencia religiosa es mía sea cual fuere, buena o mala. Porque no comulgo con slogans como el que acabo de leer “Virgen María, aborta y hazte feminista”. Porque yo educo a mis hijas cómo y dónde me da la realísima gana.

Porque no defiendo el aborto sin límites puesto que creo que tenemos derechos sobre nuestro cuerpo, pero también responsabilidades. Y sobre todo, porque su esfuerzo debería centrarse en la brecha salarial, en tráfico de mujeres para su explotación sexual y en conseguir más derechos para nosotras en los países en los que se vulneran sistemáticamente. No saldré con ellas al grito de libertad cual William Wallace, con la cara pintada y las axilas sin depilar.

Así que desde aquí, anuncio que dejo de ser feminista. Mi lucha siempre será pacífica y apoyada en la fuerza de sus argumentos, y aunque digan que luchan en nombre de las mujeres, yo soy mujer y no les he concedido tal poder, el de representarme. NO A MI.

PALOMA BELLAS FARRÉ.

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