Con pocos días de diferencia se han producido dos muertes violentas. En circunstancias totalmente distintas y con unas reacciones, mediáticas y políticas, totalmente diferentes.
Primero fue asesinada la agente de Policía Vanesa, en el transcurso de un atraco con rehenes, a manos de un delincuentes multi reincidente. El domingo siguiente el fallecido era un tal «Jimmy», en el transcurso de una pelea multitudinaria a la cual el había acudido libre y voluntariamente. Este sujeto acumulaba múltiples antecedentes penales. Del asesinato de la policía no se ha vuelto a hablar. Su familia directa y su «otra familia»- sus compañeros de Cuerpo- siguen llorando su muerte. Preguntándose, como muchos de nosotros, porque un delincuente peligroso como su asesino estaba en la calle. Seguro que es la misma pregunta que se hacen los policías que, en Madrid, pusieron sus vidas en grave riesgo, para lograr la detención de tres atracadores, uno de permiso penitenciario y los otros acumulando mas de 150 detenciones previas. De la muerte del apodado «jimmy», por contra se sigue hablando en los medios, como si fuese mas grave- que no lo es- que la muerte de Vanesa. Se exige legislar «en caliente», se piden medidas «ejemplarizantes», se buscan responsables mas allá de los autores de la muerte. De manera indignante nadie reclama la misma prontitud en solucionar los fallos legales y judiciales que han propiciado el asesinato de Vanesa y poner en riesgo la vida de los policías de Madrid. Es muy difícil evitar que unos descerebrados se citen para darse de palos o de cuchilladas. Por contra es muy fácil impedir que criminales peligrosos y recidivistas estén en la calle. Basta con mantenerlos en prisión. Basta con no conceder «permisos para delinquir». Basta con ordenar la prisión provisional para reincidentes de la delincuencia. Bastaría con reformar la Ley de Enjuiciamiento Criminal y la Penitenciaria. Bastaría con que jueces y fiscales fueran mas responsables y decretaran la prisión provisional para los que hacen del delito su «modus vivendi». Claro, es mas cómodo politizar el deporte, azuzar con los «Esteban Ibarra» de turno, que poner coto a una violencia creciente que antes de ayer costo la vida de una policía valiente y joven y ayer puso en riesgo las vidas de otros policías no menos valientes. Es mas fácil atacar a los equipos de fútbol que hacerlo a unos legisladores y a unos miembros del mundo judicial que, diariamente, incumplen con su deber de defender a la sociedad de una criminalidad cada vez mas crecida, sabedora de la impunidad que unos y otros les garantizan.
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