Es hora de poner fin a esa idea que culpabiliza a la sociedad europea en general, y a los países mediterráneos muy en particular, de las muertes que día sí y día también se vienen produciendo en el Mediterráneo entre los millares de personas que procedentes de Medio Oriente y de África cruzan el mare nostrum camino de nuestro continente.
No podemos permitir que se culpabilice a quienes no somos otra cosa que víctimas, junto a los que mueren ahogados por supuesto, de las políticas del gobierno alemán del CDU que preside la canciller alemana Ángela Merkel.
Y es que el masivo y descontrolado flujo migratorio con destino a Europa que ha convertido en un cementerio el Mediterráneo se desencadenó fundamentalmente por el “efecto llamada” que ha provocado la política de puertas abiertas que puso en marcha el gobierno alemán.
En un primer momento desde Alemania se lanzó a los cuatro vientos el mensaje de que todos aquellos “refugiados sirios”, y pongo las comillas puesto que no son refugiados sino inmigrantes económicos y en su gran mayoría no proceden de Siria, serían acogidos en Alemania donde encontrarían trabajo y disfrutarían de una protección social que ni siquiera podían soñar en sus lugares de origen.
Pero detrás de tan “caritativa y encomiable” posición del gobierno alemán se escondía una razón no tan loable.
La economía alemana, la antaño locomotora de la economía europea, estaba perdiendo fuelle a marchas forzadas dado que su competitividad padecía un indiscutible retroceso que causaba el frenazo e incluso retroceso de su economía.
La competitividad alemana disminuía tanto debido a que los productos procedentes de las economías emergentes, especialmente los originarios de los B.R.I.C.S. (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), tienen un precio muy inferior manteniendo una calidad sino similar al menos aceptable.
A estos países emergentes les resulta posible ofertar productos a un precio tan competitivo dado que los sueldos que las empresas pagan a sus trabajadores son bajísimos, de igual modo las empresas no ofrecían condiciones de protección social y sanitaria alguna.
Ante este estado de cosas la IHK (Cámara de Comercio Alemana), los empresarios y el ministerio de Comercio e Industria de Alemania presionaron al gobierno de la señora Merkel para que fomentase la llegada de mano de obra barata, muy barata, que pudiesen contratar y hacer más competitiva la economía germana. Pero las cosas han cambiado mucho cuando la teoría chocó con la realidad.
Es así que el gobierno alemán realizó esa “llamada” a los inmigrantes susceptibles de aceptar ser contratados aceptando sueldos muy bajos comparados con los que aceptarían los trabajadores alemanes u otros trabajadores comunitarios.
Pero los halagos y aplausos que la política que la señora Merkel en un primer momento recibió han terminado por tornarse en crítica y malestar generalizado, y es que las cosas no acontecieron tal y como se esperaba.
La afluencia de “refugiados” a Europa buscando alcanzar el paraíso alemán desbordó considerablemente el número esperado.
La oleada de “refugiados” que llegó fue de tal magnitud, un millón de “refugiados” en el último año, que produjo serios problemas de orden público y pone en peligro la economía alemana dado que el salario mínimo legal y la protección social. Se estaba provocando un gasto mayor que el ahorro que se pretendía conseguir.
Es así que las circunstancias señaladas han obligado a Ángela Merkel a cambiar de modo total su posición respecto a la entrada de “refugiados” en Alemania.
Los tiempos del refugees Welcome parecen haber desaparecido, y la realidad de los hechos ha dado paso al Refugees not Welcome.
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