Una de las razones por las que afirmamos que las izquierdas y las derechas están superadas es porque hace mucho que es evidente que ambas interpretan la realidad de la misma manera: con el dinero. Unos reducen todo a una lucha de clases supuestamente inevitable (traducida en ocasiones en lucha de sexos o lucha separatista de naciones inventadas y colonizadas por naciones reales con siglos de historia), mientras que los otros afirman que todo está justificado si se ha conseguido en una sociedad de libremercado en la que los interesados han llegado al acuerdo que más les convenga.

Y, en la práctica, ¿de qué forma se puede dar cuenta un español de que ambas ideologías son lo mismo? La derecha, aparentemente conservadora y «nacional», no duda en afirmar que el orgullo gay revive económicamente Madrid o en poner precio a Canarias, Ceuta y Melilla para pagar la deuda ilegal e inexistente; la izquierda, por su lado, pide la legalización de todas las drogas y la prostitución basándose en que hacen falta más impuestos. Irónicamente, son los mismos que afirman que Democracia Nacional no tiene programa ideológico o que todo se reduce al lema «Los españoles primero».

Es inevitable, por lo tanto, que los españoles repitamos este esquema mental y, los que empiezan a despertar, lo hagan siempre desde el punto de vista económico, es decir, con la tan manida frase «¡Si es que todo lo mueve el dinero!».

Todo esto me lleva al asunto del que quería hablar y que está dando mucho de qué hablar en EE.UU., aunque algún medio español ya lo ha mencionado: la directora del mayor centro de planificación familiar de EE.UU. reconoce en unas entrevistas con cámara oculta que administran un negocio millonario de venta de órganos y partes del cuerpo de bebés abortados. Dejando a un lado el neolenguaje («planificación familiar») que también comparten las izquierdas y las derechas, en el vídeo, mientras come ensalada, pone precio a las piernas y presume de la técnica que les permite no destrozar el hígado, del que parece ser que existe mucha demanda. No es la primera vez que ocurre algo así, pues alguna multinacional ya ha tenido que reconocer en el pasado que se sirve de restos de abortos para la elaboración de sus productos, pero eso no le resta gravedad al asunto.

Si te escandaliza este mercado de tráfico de fetos mutilados, te pido que no pienses: «¡Si es que está claro que todo lo mueve el dinero!». Y, si es inevitable, al menos intenta no pasar página. Estoy convencido de que, si tu primer pensamiento ha sido esa frase, tu actitud está marcada por los grandes partidos, que te han enseñado que todos los problemas del mundo se reducen a intereses económicos, que son ineludibles y por los que no tienes que sentir la necesidad de actuar, pues, al fin y al cabo, siempre habrá alguien para embolsarse esos euros, ¿no?

 

Piensa más allá: si esta directora está involucrada en este negocio es porque la campaña pro aborto tiene intereses más graves y duraderos que los económicos; si se nos inculca que el problema de las drogas y la prostitución se soluciona con la legalización, es que las consecuencias son mayores…¿Acaso hace falta decir más cuando casi todo el mundo ya sabe que los inmigrantes no han venido a pagarnos las pensiones y, aun así, los grandes partidos aún exigen más invasión?

Álvaro Rodríguez

 

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