Toda la prensa contraria a Donald Trump continúa con su campaña sobre la “trama rusa”, es decir, la posible injerencia de Rusia en las pasadas elecciones presidenciales norteamericanas que acabaron con la victoria del magnate de Nueva York. Al principio, la “trama” consistía nada más y nada menos en que hackers rusos habrían falseado el resultado de las elecciones pirateando informáticamente el resultado de las mismas. Como era algo tan poco creíble los anti-Trump han tenido que moderarse un poco en sus acusaciones. La última consiste en acusar al hijo de Donald Trump de haberse reunido con una supuesta enviada del gobierno ruso que le habría proporcionado información acusatoria contra Hillary Clinton, información que los Trump habrían usado para derrotar a su oponente.
Lo que nunca se preguntan los anti-Trump es ¿son reales o no las acusaciones contra Hillary Clinton?¿fue real su apoyo a los terroristas islámicos en Libia?¿planeó una intervención de Estados Unidos en Siria?¿usaba un correo electrónico personal en vez del oficial para sus comunicaciones? esto es en lo que se debería estar centrando toda la prensa y no en matar el mensajero.
Acusan a Trump de estar compinchado con un país extranjero y que eso es algo que no puede hacerse. Si ese fuera el caso ¿por qué no acusan a Hillary Clinton de pagar parte de su campaña con dinero procedente de Arabia Saudí?¿acaso eso no es injerencia también por parte de los saudíes?¿y qué pasa con todo el dinero que el lobby israelí de Estados Unidos inyectó en la campaña de Hilary Clinton? los principales financiadores de la campaña de Clinton fueron miembros del lobby sionista de Estados Unidos, todos ellos con contacto directo con el estado de Israel: Donald Sussman, Jay Robert Pritzker, Haim Saban, George Soros y Daniel Abraham ¿esto no es una injerencia de Israel en los asuntos internos de Estados Unidos?
Para ser honestos, los principales financiadores de la campaña de Trump (aunque en mucha menor importancia que la de Hillary) también fueron sionistas norteamericanos como Sheldon Adelson, Lewis Eisenberg o Carl Icahn. Todos ellos también leales a Israel y, evidentemente, conectados a las altas instancias de aquel país, pues nadie se cree que todos estos multimillonarios sionistas americanos financian las campañas de Estados Unidos sin estar de alguna manera coordinados con los gobernantes israelíes ¿tendrá eso algo que ver con la sumisión absoluta que todos los gobernantes de Estados Unidos, demócratas o republicanos, muestran hacia Israel?¿tendrá algo que ver con que la política exterior de Estados Unidos esté siempre sometida a los intereses de Israel?¿tendrá algo que ver con todas estas guerras en Oriente Medio patrocinadas por Estados Unidos y que siempre van dirigidas contra los enemigos de Israel, como el Iraq de Sadam Hussein o la Siria de Bashar al Assad? ¿por qué nadie acusa al país sionista de “injerencia” en las elecciones de Estados Unidos y en cambio siempre se acusa a Rusia, cuando la influencia del país eslavo en la política norteamericana es nula?
De hecho, toda la política exterior de Estados Unidos va siempre contra Rusia, a la que busca aislar rodeándola de naciones hostiles más o menos aliadas a la OTAN. Ciertamente, Trump, de vez en cuando, hace tímidas declaraciones en las que dice buscar cierta colaboración con Rusia, en especial ante la lucha contra el terrorismo. Pero ¿tendría eso algo de malo? No, todo lo contrario. Pero parece que para Israel y para ciertas élites sionistas incrustadas en el aparato de gobierno USA sí, es algo muy malo. Han bastado unas imágenes de Trump y Putin manteniendo bastante buena sintonía para que se enciendan todas las alarmas y de nuevo se busque romper todos los puentes de entendimiento entre los presidentes de los dos países. Casi al día siguiente del g-20, estos sionistas belicistas anti-Trump de USA y de la OTAN ya estaban declarando que Ucrania debe entrar en la OTAN cuanto antes y, de nuevo, ya estaban atacando a Trump y sacando en su prensa las supuestas “injerencias” de Rusia en las elecciones americanas.
El objetivo de todo esto es muy sencillo: impedir el acercamiento entre Rusia y Estados Unidos, algo que sería beneficioso para toda la humanidad, empezando por los sirios, pues Putin y Trump unidos aplastarían al Estado Islámico en 24 horas. Pero claro, eso no le interesa a Israel. La intervención de Rusia en Siria acabó con el objetivo israelí de eliminar al régimen de Assad, un régimen aliado de Irán y de Hezbolah al que los israelíes ven como a uno de sus potenciales enemigos. Por supuesto, los sionistas se la tienen jurada a Putin desde entonces (y también desde que echó de Rusia a varios de los mafiosos oligarcas que habían saqueado el país durante los años 90) Por eso no pueden permitir ningún acercamiento entre Trump y Putin. Para los belicistas sionistas fanáticos de la OTAN, de Israel y para los halcones USA a sueldo de Tel Aviv algo así sería un desastre, pues dejaría a Israel debilitado en Oriente Medio, Rusia no sería aislada y la industria de la guerra se frenaría, y eso es algo que no pueden consentir. Además, Rusia, con todos sus errores, se niega a aceptar las imposiciones del Nuevo Orden Mundial: allí no quieren ni feminismo, ni agenda LGTB ni a ninguna de las ONGs de Soros, que han sido declaradas ilegales y, aunque es cierto que deben controlar a su población islámica, también lo es que el número de catedrales ortodoxas cristianas no para de crecer y que Putin ha declarado que Rusia es una nación cristiana.
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