O nos comprometemos ya a dar batalla a los radikales, o cuando queramos despertar a la realidad que amenaza nuestra Patria ya será demasiado tarde.

Primero vinieron a por los católicos, asaltando capillas con sus femenvestales de pechos al aire, en bolas chinas, pidiendo que el Vaticano les dejara comerse las almejas, amenazando con sus piromanías estilo 36, con sus quemaconventos y matacuras copiados del big bang republicano.

Pero a mí eso no me importó, porque estamos en un Estado laico.

Luego fueron a por los judíos y a por las víctimas del terrorismo, con sus macabros tuiteros burlándose de sus huesos, empuñando ceniceros marca «Auschwitz» entre risas negras, zapateando sobre las tumbas de compatriotas segados en la flor de la vida.
Pero a mí eso no me importó, porque estamos en un país con libertad de expresión.
Luego vinieron a por los televidentes, y nos hicieron una espantosa lobotomía con Podemos que nos dejó en estado catatónico, gilipollesco, letárgico… El Iglesias nos dijo sus misas leninistas en el templo de la Sexta , vendiendo a una población aborregada sus monsergas mesiánicas de arribasyabajos, de apoteosis de «la gente», que viviría a costa de saquear a los ricos, a los bancos, a las sociedades, a Rockefeller y Rothschild, al Tío Gilito.

Pero a mí eso no me importó, porque hay que cambiar el sistema.

Después vinieron a por los taurinos, acosándoles con sus cornamentas astifinas, cabrunas, luciferinas; retirándoles las subvenciones mientras untaban de lo lindo a artistas que no se sintieron españoles ni cinco minutos; censurando a toreros con aureola de Roma andaluza que pretendían homenajear pintores de Cadaqués andaluza; carcajeándose con espumarajos de placer cada vez que corneaban a un torero; deseando que alguien soltara una bomba en los tendidos de la España cañí.
Pero a mí eso no me importó, porque hay que sentir simpatía por los animales.

Seguidamente vinieron a por los de derecha, acusándoles de ser unos fachas perdidos, de llevar corbata, de ser unos señoritingos azulones que ostentaban ridículamente sus sombreros de copa franquistoides, de practicar un nacionalismo apolillado de sacristía y pandereta.
Pero mi eso no me importó, porque ya no hay derechas ni izquierdas.

A continuación vinieron a por los patriotas, a por los españoles que nos emocionamos con nuestro himno y nuestra bandera, que amamos nuestros solares patrios en nuestro corazón rojigualda, que sentimos muy dentro de nuestra médula el orgullo de una historia singular, de ser la nación más vieja del mundo, diciendo que eran pachangas fascistas, restregándonos sus franjas moradas, diciendo que la Patria «era la gente» ―es decir, «su gente».
Pero a mí eso no me importó, porque yo soy ciudadano del mundo.

Más tarde vinieron a por los votantes, prometiéndoles rentas garantizadas sin trabajar en una Disneylandia incorrupta, lavando el cerebro desde sus púlpitos mediáticos a las multitudes aleladas de joveznos ninis, de universitarios progres, de niñatos coletudos, de «gorraspatrás» sin oficio ni beneficio, de okupas en sazón.
Pero a mí eso no me importó, porque había que echar al PP.
Seguidamente fueron a por España, diciendo que la ETA tenía una explicación política, que los republicanos siempre han abogado por el derecho de autodeterminación, escondiendo banderas patrias, agitando sus estelurriñas, celebrando aquelarres independentistas con batasunos, geroabais, compromíspodemitas, mareantes, catalibanes, bildus y etcétera…
Pero a mí eso no me importó, porque somos un Estado plurinacional.

Después fueron a por nuestros valores ancestrales, a por nuestros principios nacionales, a por nuestras tradiciones más queridas, las que nos daban cohesión como pueblo y nos hacían invencibles, agraviando a nuestros Santos patronos, acusando de genocidio al 12 octubre, profanando santuarios, haciendo exposiciones blasfemas, defecando en nuestra Virgen, exigiendo que pidiéramos perdón por la toma de Granada, escamoteando belenes, haciendo kabalgatas merlinescas de orgullo multikultural, organizando procesiones de magas brujeriles, burlándose de nuestras costumbres más queridas .
Para mí eso no me importó, porque tenemos que ser un país progresista.
Ahora vienen a por mí, pero ya es tarde.

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