En las próximas elecciones no combaten derechas contra izquierdas, sino el Bien contra el Mal
Laureano Benítez Grande-Caballero
Kareem Ramadán: la progresía roja, con el botarate de Garzón al frente de sus falanges, se ha apresurado a felicitar el Ramadán a la musulmanía. Faltaría más. Y la Carmena ya ha manifestado que Madrid se volcará con los festejos ramadánicos, que por algo nuestra ciudad es una franquicia ejemplar del Islam que tanto admira la horda podemita.
No nos felicitaron la Navidad. No hubo ni un solo cartel en las farolas madrileñas carteles publicitando la Semana Santa… Pero Happy Ramadán. Ole y ole.
Welcome, heteropatriarcas. ¿Por qué la jauría podemita felicita tan efusivamente a un colectivo cuyos valores atentan directamente contra los que defiende el lobby feminbollero que nutre ideológicamente a Podemos? ¿Por qué las madresnuestras, las coñosinsumisos, las genitartistas, las blasfemas de Femen no denuncian el machismo islamista, la marginación de la mujer en la civilización islámica, que además persigue implacablemente cualquier manifestación de la ideología de género que despóticamente quiere imponernos la luciferina banda del puñoenalto? Cuando lo que queda de la civilización cristiana occidental está siendo sometida a la tiranía ominosa de la LGTB, los impulsores de esta perniciosa ideología no solo no censuran el heteropatriarcado musulmán, sino que además le felicitan las fiestas, a las que dotan de los mismos fondos que a las festividades católicas.
Una razón evidente para este contrasentido es que la izquierda antisistema está financiada por Irán, y nadie escupe en la mano que le da de comer. Otra razón hay que buscarla en la endémica cobardía de esta chusma neocomunista, experta en masacrar pueblos indefensos y desabastecidos, en quemar conventos y asesinar religiosos, pero que jamás osarán meterse con una religión como la islámica, que ejerce sin dudar su derecho a defenderse de sacrilegios y blasfemias, pues lo de poner la otra mejilla no va con ellos.
Pero la verdadera razón que motiva su entusiasmo ramadánico es que lo usan como arma contra los católicos, a los que pretenden provocar cojoneramente. Tomando el multiculturalismo como excusa, se trata de favorecer todo lo que no sea cristiano, pues en eso consiste ―por si todavía alguien no se ha dado cuenta― todo el programa, todo el «cambio» que proponen: perseguir a la Iglesia.
Cada día asistimos a nuevas blasfemias, nuevos sacrilegios, nuevas profanaciones, nuevas persecuciones a los católicos por parte de esta maléfica casta, que tienen lugar en aquellos lugares donde la caterva antisistema ha instalado sus guaridas.
¿Por qué estas persecuciones a una institución como la Iglesia Católica, que durante dos milenios ha desarrollado una impresionante labor de beneficencia y asistencia a esa «gente» que ellos dicen que quieren «rescatar»? Hasta el advenimiento del estado de Bienestar, la Iglesia ha contribuido decisivamente a mejorar las condiciones de vida de ingentes multitudes de pobres, de desheredados, de enfermos, de marginados… multitudes de sufrientes que forman lo que esta gentuza llama «pueblo», palabra con la que se llenan la boca diciendo que son sus representantes, pero al que solo han dado miseria, pogroms, desabastecimiento, gulags, chekas, tiranías y purgas.
¿Por qué felicitan a los musulmanes y persiguen a los católicos, entonces, cuando además los cristianos somos compatriotas? ¿Porque la Iglesia es su rival a la hora de forjar la conciencia y la ideología del pueblo? ¿Porque católicos y rojos se disputan el control de las masas, el ejercicio del poder real en la sociedad? Nada más lejos de la realidad, tratándose de dos mundos completamente opuestos.
El rojerío es creación de una tradición esotérica que hunde su origen en la noche de los tiempos, surgida en la Antigüedad en las cavernas iniciáticas de Babilonia y Egipto, donde se destiló una sabiduría misteriosa que nutrió cultos mistéricos asociados más o menos explícitamente al Señor de las Moscas.
Estos cultos desembocaron en el gnosticismo, la cosmovisión que se opuso al cristianismo desde que éste comenzó a extenderse por el Imperio romano. Desde entonces, no ha cesado de conspirar contra él, tomando múltiples formas y variantes, una de las cuales es el rojerío comunista ―financiado por esoteristas judeoamericanos― y el progrerío antisistema que aquél creó como una excrecencia.
Aquí los tenemos de nuevo, de vuelta en nuestro país tras el fracaso de su intentona republicana. El genocidio cristiano perpetrado por estas mesnadas del Averno adquirió en España proporciones dantescas durante la Segunda República precisamente porque las sectas esotéricas de atávico anticristianismo quisieron arrasar la nación que más había combatido la ideología luciferina, la que más conservaba el patrimonio espiritual del catolicismo, la que se había constituido en «martillo de herejes» para las hordas del inframundo.
Estamos ante el segundo asalto. Y, hoy como ayer, España es el campo de experimentación donde las poderosas fuerzas maléficas que pretenden controlar el mundo mueven sus peones, ensayando sus estrategias para acabar con el cristianismo y llevarnos a una religión universal que sea la matriz del NOM.
Ser conejillos de Indias es nuevamente nuestro papel en la Historia, nuestro destino fatal. Si nuestra Guerra Civil fue el ensayo de la Segunda Guerra Mundial, estas elecciones son la antesala de la Tercera: no se enfrentan derechas e izquierdas, sino el Bien contra el Mal.
Ha llegado el Armageddon
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