A los progres pacifistas contrarios a la guerra contra la amenaza yihadista habría que recordarles las palabras de Oswald Spengler: «Al, final, a la civilización siempre la acaba salvando un pelotón de soldados».
«Hoy en este monólogo voy a reivindicar el derecho de todos los ciudadanos americanos a llevar armas. O voy a reivindicarlo por lo menos en términos teóricos». Quien decía esto no era ningún miembro del ultraconservador grupo republicano americano «Tea Party», ni tampoco ningún representante de la poderosa «Asociación nacional del rifle», sino un tal Pablo Iglesias, quien el 7 de noviembre de 2012, en su editorial en forma de monólogo con que abría sus programas de «La tuerka», desgranaba perlas como éstas: «Un pueblo desarmado puede ser sometido a la esclavitud en cualquier momento. El derecho a portar armas es una de las bases de la democracia. Si algo sabían los patriotas americanos que expulsaron a los ingleses es que la democracia es incompatible con el monopolio de la violencia por parte del Estado que inventó el absolutismo europeo […] En algunos barrios de California, los Panteras Negras, amparándose en la Constitución americana, pudieron defender a sus comunidades patrullando armados los barrios […] La democracia es tal si el poder está repartido, y si la base del poder es la violencia el pueblo no puede delegar el fundamento de la soberanía». Su perorata armamentística podría condensarse en esta frase lapidaria: “Estamos ante un derecho, el de portar armas, que es una de las bases de la democracia”».
Este discurso tan pro-americano parece sugerir que el pueblo tiene derecho a la defensa armada contra un Estado opresor y violento para defender sus derechos y libertades, dando carta de ciudadanía a las milicias populares, a las guerrillas, a los maquis, y a todos esos supuestos «ejércitos de liberación» que pululan por el mundo. Y también valen ―como en el caso de las «Panteras negras»―, para los grupos vecinales que defienden sus comunidades de cualquier amenaza externa.
Pero parece que esta ideología «Tea Party» del podemita no se puede aplicar igualmente a la defensa armada de la Patria frente a enemigos externos o internos, porque eso sería entonces «venganza», como manifestó a la hora de explicar su desmarque del pacto antiyihadista que suscribieron los principales partidos políticos españoles. Si suponemos que Pablemos entiende por venganza el uso de la fuerza ―armada, por supuesto― tenemos que, ante la grave amenaza terrorista del yihadismo ―que tiene a España como uno de sus blancos preferidos― tocaría dialogar, ser tolerantes, pacíficos europeístas, samaritanos filántropos tipo «Alianza de las Civilizaciones», no-violentos gandhianos. Resulta que los «Panteras Negras» tienen derecho a portar armas para defender sus territorios, y nosotros tenemos que responder con flores al tableteo de los kalashnikov.
Ahora mismo, España es el país de Europa más amenazado por el EI, de ahí que desde junio pasado estemos en el nivel de alerta 4, solo un punto por debajo de la alerta máxima, debido al alto riesgo de que se produzcan atentados en nuestro país.
Los motivos de esta amenaza yihadista sobre España son variados. «Al Qaeda para el Magreb Islámico» (AQMI) es una franquicia de «Al Qaeda Central» (AQC) que opera en el Norte de África, en un territorio muy cercano a nuestra Patria. Uno de sus líderes ha amenazado recientemente a España, afirmando en un vídeo que «entrarán en Al- Ándalus», convocando a «los musulmanes de España y en especial de la ciudad de Melilla para unirse a la yihad». Esta amenaza me recuerda aquello de «el año que viene en Jerusalén». Es decir, que quieren incluir en el califato yihadista a Al-Ándalus, término bajo el que no hay que entender solamente a Andalucía, sino a toda España, cuyo territorio estuvo bajo su férula en su integridad, a excepción de la cornisa cantábrica.
Aparte de esta reivindicación histórica, España pertenece a la coalición internacional que lucha contra el EI, y además es el país que más se ha distinguido en la detención de terroristas islámicos ―629 detenciones desde 2004―, de los que tenemos actualmente casi 200 recluidos en nuestras cárceles. Solamente en este año, las fuerzas de seguridad han desarticulado varias células que planeaban atentados en España. Esta eficaz acción policial ha provocado la existencia de amenazantes tuits en cuentas ligadas al EI, donde se hace un llamamiento a liberar a los presos yihadistas.
Se ve que esta barbarie bélica que nos amenaza no es un motivo suficiente para que el Sr. Iglesias ―tan amante de la democracia armada― justifique el empleo de la fuerza como legítima defensa, porque sería «venganza». Alucinante que este podemita rescate ahora un franciscanismo que se hermana con lobos ―y con panteras, no lo olvidemos―, un buenismo evangélico que pone la otra mejilla a la degollina islamonazi.
Y esta filosofía pacifista que pretende defender los valores europeos con flores y alianzas civilizadoras no es exclusiva del «Coleta morada». Ante la grave amenaza que se cierne sobre Ceuta y Melilla por el terrorismo del AQMI, el eurodiputado podemita Miguel Urbán denunció ante la UE que «en Melilla el Estado español no cumple con los derechos humanos fundamentales […] Se hacen devoluciones en caliente de forma recurrente y se niega a los inmigrantes el derecho al asilo», criticando que, debido a la Ley de Seguridad Ciudadana aprobada recientemente por el Gobierno, se impide a los inmigrantes que saltan la valla el derecho a solicitar asilo: «Manifiestamente, España prefiere levantar vallas todavía más altas en vez de recibir dignamente a estas personas que huyen de la guerra y del hambre. Se sigue apostando por la idea de la Europa fortaleza en vez de la Europa solidaria».
Estas declaraciones se insertan plenamente en el programa podemita, que propugna la libre circulación de los inmigrantes ilegales, a los que habría que mantener con nuestros impuestos porque, como dice Pablemos, es una «cuestión de derechos humanos».
Se ve que, para él, el derecho a la seguridad y a la vida no es un derecho humano. Durante los próximos 2 años, España recibirá 35000 refugiados, entre los cuales entrarán, sin ningún género de dudas, yihadistas dispuestos a cometer actos terroristas. Si a esto le añadimos los que ya tenemos entre los 1,8 millones de musulmanes que viven en nuestro país, la amenaza que tendremos será apocalíptica.
Pero si ya fueron capaces de colocar el famoso gilicartel de «Refugees, welcome» en el Ayuntamiento madrileño, a la izquierda radikal y giliprogre no le importaría tampoco colocar éste: «Welcome to Al-Ándalus».
O este otro, parodia de la inolvidable película española, para referirse al líder del EI: «Bienvenido, Mr. Abu Bakr al-Baghdadi». Solo que nos tememos que éste ―al contrario que Mr. Marshall― no pasará de largo por nuestro pueblo.
Ante estas progrepolleces de los necios proislamistas habría que recordarles las palabras de Oswald Spengler: «Al final, a la civilización siempre la acaba salvando un pelotón de soldados».
Buen articulo, pero ¿islamonazi? ¿Recuerdan ustedes que es el nacional socialismo? ¿Acaso tiene algo que ver el III Reich con el estado islámico?