Afrontamos un nuevo 1 de mayo con la clase trabajadora de España en una situación cada vez más precaria y difícil. Situación que no es el resultado de unos pocos años de mal gobierno y de malas decisiones casuales, sino que ha sido la consecuencia de cuarenta años de una política social, económica y laboral perfectamente planificada para acabar con toda la economía productiva de España y desmantelar toda la protección social y laboral que se había ido legislando durante el anterior Régimen Nacional.

Felipe González y el PSOE fueron los elegidos por Estados Unidos y por el capitalismo internacional para llevar a cabo esta misión y de inmediato se pusieron manos a la obra. Fueron muchas sus decisiones nefastas: desindustrializar España para favorecer a Francia y Alemania, ya que tenía que devolverles el favor por haberles llevado al Gobierno y porque el papel de España en la UE y en el Nuevo Orden Mundial ya se había decidido: ser un país de servicios destinado a convertirse en el burdel de Europa. A la destrucción de la gran industria (y de toda la pequeña industria asociada a la misma) le siguió el cierre de las escuelas de Formación Profesional, de la agricultura, de la ganadería y de la pesca y en su lugar empezó la masiva apertura de Universidades destinadas a formar futuros simpatizantes de la causa izquierdista-masónica-globalista patrocinada por el Sistema.

Siguieron las reformas del mercado laboral, la implantación de las Empresas de Trabajo Temporal, la privatización de las empresas públicas, la subida de todos los impuestos y, sobre todo, la entrega de nuestra soberanía monetaria a una entidad controlada por poderes extranjeros como el BCE.

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De aquellos polvos estos lodos. El desmantelamiento de la economía productiva dio alas a la especulativa y a sus burbujas recurrentes que, en el caso de España, se destinaban al sector de la construcción. La entrada en el euro y el descontrol de las Cajas y de los Bancos infló la burbuja hasta que estalló en 2008, llevándose toda la economía por delante.

Hoy España es un país mega-endeudado con una economía basada en el sector servicios, el que más sufre por la precariedad y los bajos salarios. El gobierno ha convertido la deuda privada de un puñado de bancos y cajas de ahorro en deuda pública de todos los españoles. Deuda que el actual gobierno ha incrementado en más de 600.000 millones de euros llevándola muy por encima del billón de euros, lo que condena a los trabajadores españoles a convertirse en los esclavos de los acreedores durante las próximas décadas . La UE, el euro, la globalización y la competencia desleal de países terceros como China está llevando a los trabajadores a una situación límite. Con la globalización, las fabricas se fueron a a Asia y, en dirección contraria, los inmigrantes de baja cualificación vinieron a España y a Europa por millones.

Y ese es el objetivo final de Nuevo Orden Mundial: la creación del mercado mundial único sin Estados, sin naciones y sin aranceles. El trabajador español es obligado a competir con trabajadores de Asia en total desigualdad de condiciones, lo que obliga a exprimirlos al máximo para que puedan hacerlo, ya que nos condenaron a competir con bajos salarios en vez de con mayor cualificación laboral. Al poder importar inmigrantes en masa, los empresarios no tienen ningún incentivo para apoyar la maternidad de sus trabajadoras. Los trabajadores más jóvenes están sufriendo una pérdida de poder adquisitivo masiva mientras ven imposible tener ningún proyecto vital a largo plazo y sólo ven un negro futuro de más impuestos, más deuda, más precariedad y más soledad, pues la leyes neoliberales en lo económico van acompañadas por leyes masónico-izquierdistas en lo moral y en lo cultural, que también ponen todas las trabas posibles a los trabajadores para que puedan formar una familia.

Esto hemos de recordar este 1 de mayo: en el siglo XXI los ataques a los trabajadores vienen de muchos frentes, no solo del laboral. El frente internacionalista es el peor de todos, pues pretende desmontar y destruir el Estado Nacional que le estorba en sus planes. Por eso, la lucha de clases del siglo XXI será la de los Soberanistas contra los Globalistas.

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