El resultado de las recientes elecciones autonómicas y municipales nos ayuda a comprender el camino que va a tomar en nuestra patria la re-fundación del régimen del 78. Un régimen esclerotizado y ya inoperante para defender los intereses de los oligarcas nacionales y las potencias extranjeras que se han servido de él para ampliar sus beneficios y su poder a costa de los intereses de la nación y de los españoles.

El régimen salido de la transición, tenía como único objetivo consolidar la monarquía de Juan Carlos I y la continuidad de los descendientes de los Borbones en el trono de España. Una monarquía que no era aceptada por nadie, ni por los seguidores del franquismo ni mucho menos por la oposición antifranquista, formada principalmente por el partido comunista, el casi inexistente PSOE y los partidos separatistas vasco y catalán, tuvo la necesidad de pactar con todos estos actores para poder consolidarse, contando con el imprescindible apoyo de las potencias extranjeras, tanto los Estados Unidos como las europeas, a los que nunca ha interesado una España fuerte, unida e independiente, puerta entre dos mares cuyo control geoestratégico es imprescindible para la hegemonía de los Estados Unidos.
El precio a pagar para la consolidación de la monarquía fue la entrega de nuestra soberanía política, económica y militar a estas potencias, mediante nuestra entrada en la OTAN y en la UE, y la paulatina venta de la riqueza de la nación al capital extranjero, así como la disgregación del país en 17 reinos de taifas que la han hecho débil e ingobernable.

El mapa político así dibujado y consolidado a los largo de estos 38 años nos ha dejado el sistema político actual. Dos partidos nacionales alternándose en el poder con el apoyo de dos partidos separatistas y el pacto de que en el País Vasco y Cataluña el poder los ostentan estos dos partidos sin injerencias de los otros, con la Corona como garante del enjuague.

Las tensiones que este sistema ha provocado a lo largo de estos años, tensiones inevitables en tanto en cuanto no ha existido un proyecto común que nos uniese a los españoles, han podido mantenerse más o menos controladas mientras la venta de la riqueza de la nación (llamada inversión extranjera) y la entrada masiva de capital prestado, han fluido desde arriba hacia abajo en una aparente bonanza que ahora se ha demostrado transitoria y ficticia.

A la vez, y mientras el dinero fluía más o menos para todos, se ha ido martilleando durante estos 38 años con unas concepciones ideológicas marxisto-culturales  y se han instaurado unas medidas de ingeniería social y control de masas mediante la propaganda que han desplazado la concepción de la sociedad hacia posiciones que serían inconcebibles para la sociedad española de los años 70 y 80.

Ahora que este sistema ya no da más de sí, es necesario que el sistema se autoregenere implantando nuevos actores que sustituyan a los antiguos, una vez cumplida su misión.

No es necesario aclarar las causas de la des-afección de los ciudadanos hacia el sistema. La corrupción generalizada, desde el anterior Rey hasta el último de los concejales con sueldo y poder, así como el empobrecimiento de la población por la rapiña y el despotismo de la clase política, de las empresas monopolistas de los servicios básicos, de los bancos y las cajas de ahorros saqueadas por los políticos y rescatadas por ellos con dinero público son hechos principales para haber elevado el hartazgo de los españoles hasta la máxima tolerancia que el sistema puede permitirse antes de ser dinamitado.

Por todo ello, como digo, se ha pergeñado un cambio cosmético de régimen en el que se van a sustituir paulatinamente el bipartidismo actual por otro de nuevo cuño. La primera decisión transcendental fue la abdicación del Rey Juan Carlos I en su hijo Felipe VI. Las declaraciones, actuaciones y como gusta llamar a los cursis  “gestos” de los nuevos monarcas nos indican desde su entronización cómo va a ser el traspaso de poderes en esta nueva etapa: supresión de la misa de proclamación; reunión a los pocos días con la “sociedad civil”, en la que se abrazaron con los representantes de los homosexuales pero no con las asociaciones en defensa de la familia y la vida; el otorgamiento del Premio Princesa de Asturias a un enemigo declarado de España y promarroquí como Juan Goytisolo; la comunión de tapadillo y por cubrir el expediente de la Princesa Leonor; sus salidas nocturnas por el barrio madrileño de Malasaña, centro neurálgico de la movida progre; y hasta el corte de pelo de la Reina, tan moderno y plebeyo.

Todo ello nos prepara para  la llegada de nuevos líderes más jóvenes, descorbatados y en mangas de camisa, con un nuevo lenguaje politiqués, con nuevas expresiones ambiguas y sin contenido como las antiguas y siempre dentro de lo políticamente correcto. En definitiva, nadie cuestiona nuestra pertenencia a la UE, a la OTAN y a las altas instancias mundialistas que pretenden la globalización y la disolución de las naciones y los pueblos.

Las nuevas fuerzas que irrumpen ya con plena fuerza, una vez hechos los consabidos experimentos de prueba y error, son Podemos y Ciudadanos, que aunque no son hegemónicas por ahora, junto con la abstención han dejado al actual bipartidismo en un 51% de poyo en las urnas frente al 80% de hace cuatro años. Si vemos de donde procede la nueva clase dirigente observaremos que es del mismo sitio de la que precede la anterior: de dentro del mismo sistema.

En el caso de Podemos, se trata de una amalgama de revolucionarios profesionales que proceden de todos los ámbitos de la llamada “sociedad civil”, creada durante todos estos años de democracia y mantenidos en sus actividades militantes a través de los presupuestos del Estado por los partidos del sistema. Si vemos el currículum de los candidatos elegidos en estas elecciones ninguno ha tenido que trabajar en su vida. Todos son o trabajadores de las distintas administraciones del Estado liberados para su actividad sindical, o miembros de distintas ONGs sustentadas por el Estado y dedicadas a la agitación y propaganda en las amplias ramas en las que se infiltra y desarrolla su labor la ultraizquierda: movimientos feministas, movimientos homosexualistas, “cristianos de base”, defensores de los animales, defensores del pueblo saharaui, antideshaucios, okupas,
ecologistas, proabortistas…

Los dirigentes de Ciudadanos han tenido que ser provistos de manera apresurada dada la urgencia de esta formación para dar el salto a la política nacional, una vez que la operación UPyD no salió según el plan previsto. Sin estructura de partido, es todavía pronto para analizar la composición de la amalgama resultante, pero en origen se componía del mundo cultural y universitario barcelonés y de las agrupaciones en defensa de la lengua española y de la unidad de España. De momento en las elecciones andaluzas y en estas últimas hemos visto un aluvión de miembros descontentos del PP y del PSOE, así como de UPyD, que han avizorado el cambio de timoneles y se aprestan a coger su sitio en la sentina si es preciso. Este partido, defensor de la Constitución y del Régimen del 78, que no se cuestiona la organización descabellada del Estado ni nuestra pertenencia a las organizaciones mundialistas, se presenta como el regenerador del sistema mediane el sencillo proceso de realizar cambios en las estructuras de los partidos, en la elección de sus dirigentes y en un cambio de la ley electoral que acerque un poco más a los candidatos a los ciudadanos, según ellos.

Rupturistas los unos, reformistas los otros, lo que deben saber los españoles que no son de izquierdas  es que España se escora cada vez más a la izquierda. Si el PP todavía conseguía engañar al electorado conservador en su presunta defensa del derecho a la vida, de la defensa de la familia, de su lucha contra el terrorismo, de su defensa de la propiedad privada, todos debemos saber que lo que viene ahora, y una vez que el PP ha incumplido sus promesas electorales sin derogar ni una sola de las leyes de Zapatero es que con estos dos nuevos actores lo hecho, hecho está, y los próximos son dos tazas y media.

En próximos artículos analizaremos las expectativas de los cuatro partidos en liza de cara a las generales, así como el papel de los patriotas en estas horas aciagas que se avecinan.

 

Luis Mateos de Vega, candidato a la alcaldía por la Coalición Nacional en las pasadas elecciones y secretario general de Democracia Nacional.

LUISMACN