Uno de los principales acontecimientos históricos en que se puso en práctica las ideas desarrolladas por la Escuela de Frankfurt, fue la Rebelión Estudiantil ocurrida en Estados Unidos en la década de 1960, impulsada en gran medida como resistencia a la Guerra de Vietnam. La necesidad de una teoría que respaldase el actuar del movimiento estudiantil más allá del descontento antibelicista, y el desinterés general hacia los textos “duros” propios del Marxismo clásico (como “El Capital”), llevó a los jóvenes a estudiar las recientemente elaboradas ideas de la Escuela de Frankfurt, de la mano del integrante que había optado por permanecer en Estados Unidos tras el término de la Segunda Guerra Mundial: Herbert Marcuse.

La obra de Marcuse, “Eros y Civilización”, se volvió la Biblia de los “Estudiantes para una Sociedad Democrática” (SDS por sus siglas en inglés, organización estudiantil estadounidense de Izquierda) y los ejecutores de las rebeliones estudiantiles de los 60s.

En “Eros y Civilización” (reviviendo las viejas ideas defendidas por Erich Fromm sobre “liberación sexual”), Marcuse emplea a Freud procurando superar la utópica y radical lectura del Psicoanálisis. En dicha obra, Marcuse sostiene que la represión es la esencia del orden capitalista, el cual obliga a las personas a vivir con sus instintos sexuales reprimidos, generando que ellas sean presa constante de lo que Freud llama: obsesiones. Ante esto, Marcuse condena todas las restricciones a la conducta sexual, propone la destrucción del opresivo orden establecido, y liberar al Eros, la libido, para alcanzar una sociedad de “perversidad polimorfa” en la que cada uno “pueda hacer lo que quiera”. La perversidad polimorfa consiste en la capacidad del ser humano para obtener satisfacción sexual fuera de los parámetros sociales que la regulan. Esta idea abrió la puerta hacia lo que hoy conocemos como “liberación homosexual” (concepto que incluso se encuentra comprendido en el nombre de la organización chilena MOVILH).

La difusión de la obra de Marcuse en Estados Unidos durante aquellos años de agitación social juvenil, fue tremendamente oportuna para la puesta en práctica de sus postulados; su Marxismo Cultural ya no iba dirigido al proletariado, sino que a los hijos de la alta burguesía y clases medias estadounidenses; una vez que la Nueva Izquierda estableció contacto con la obra de Marcuse, aquella encontró al resto de la Escuela de Frankfurt. Se había redescubierto una fuente de Marxismo no-tradicional que sirvió de inspiración a los futuros movimientos y partidos de aquella década.

Básicamente se trataba de un autor que decía a los jóvenes todo aquello que querían escuchar (“haz lo que quieras”, “si se siente bien, hazlo”, “no necesitas trabajar”, etc.), y cuyas ideas no exigían para su comprensión de un estudio previo sobre las complejas teorías del Marxismo clásico. En este contexto de oposición juvenil ante la Guerra de Vietnam, Marcuse acuña la famosa frase: “Haz el amor, no la guerra”, que no es más que una expresión que en términos simpáticos y populares, aboga por una renuncia a la constante lucha que significa la vida, en nombre del placer sexual individual.

Así fue como la idea de liberación sexual se volvió popular entre hippies y al interior del movimiento de estudiantes izquierdistas.

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