En los primeros años de su historia, el Instituto se ocupó principalmente de un análisis socio-económico de la sociedad burguesa, pero en los años posteriores a la década de 1930, sus principales intereses radicarán en relación a la superestructura cultural.

Horkheimer rápidamente comenzó a utilizar al Instituto para desarrollar un nuevo Marxismo (muy diferente al de la Unión Soviética), y siguiendo la misma línea teórica de Lukács, hizo de la Cultura (y no la Economía) el foco central del trabajo de la Escuela de Frankfurt, replanteando así la tesis marxista según la cual la superestructura es una mera consecuencia de la estructura económica. Este pensamiento “herético” fue consecuencia del gran interés de Horkheimer por el Psicoanálisis y la obra del neurólogo judío-austriaco Sigmund Freud, el cual fue la llave para crear la transición del Marxismo de términos económicos a culturales.

Reconociendo el éxito económico del Capitalismo, Horkheimer afirmó la improbabilidad de que la revolución marxista surgiera de la clase trabajadora, razón por la cual planteó la necesidad de encontrar a un grupo que lo sustituyese. Entonces, la nueva gran pregunta para los marxistas fue: ¿Existe algún grupo de la sociedad capaz de sustituir a la clase trabajadora?

Para comprender esta interrogante, debe tenerse presente que el conflicto es un elemento fundamental para la teoría marxista. Para conseguir el poder, el Marxismo necesita del conflicto y una sociedad compuesta de uno o más numerosos “grupos oprimidos”.

Si tras la Primera Guerra Mundial la clase trabajadora en Occidente se negó al Marxismo y a la revolución roja, fue porque las sociedades se consideraban a si mismas como prósperas y satisfechas, es decir, había ausencia de los conflictos y grupos oprimidos que la teoría marxista requería para llevarse a la práctica. Fue por esta razón que los teóricos de Frankfurt tuvieron que buscar sustitutos que se sintieran insatisfechos y “oprimidos”, los cuales no encontrarían hasta la década de 1960.

Desde el ingreso de Horkheimer, la ideología de la Escuela de Frankfurt se gestaría a partir de la unión de Marx (Marxismo) y Freud (Psicoanálisis). Así como el Marxismo económico clásico sostuvo que bajo el Capitalismo la clase trabajadora era oprimida, la Escuela de Frankfurt empleó a Freud para argumentar que bajo la Cultura Occidental, todos viven en un constante estado represión psicológica. De acuerdo a la Escuela de Frankfurt, la solución no era una revolución solamente política, sino que también social y cultural.

Para el trabajo del Instituto de Investigación Social en los asuntos culturales, Horkheimer atrajo a algunos nuevos integrantes. Entre ellos, se encontraba el sociólogo, filósofo y músico alemán de origen judío, Theodor Adorno (1903-1969), y el psicoanalista, psicólogo social y filósofo humanista judío-alemán, Erich Fromm (1900-1980). Este último, fue un psicoanalista practicante, y conocido por su radical psicología social marxista, así como por sus incursiones en el concepto de “liberación sexual” y políticas de género.

En 1932, el filósofo y sociólogo judío-alemán, Herbert Marcuse (1898-1979) se hizo miembro del Instituto de Investigación Social. Automáticamente, Marcuse se convirtió en el más importante miembro del instituto, y sería reconocido, entre otras razones, por representar en Estados unidos las posturas más radicales de la Escuela de Frankfurt.

Tanto Fromm como Marcuse introdujeron un factor fundamental al pensamiento neo-marxista de la Escuela de Frankfurt: el elemento sexual. En sus escritos, Marcuse, exige la creación de una sociedad basada en la “perversidad polimorfa”, a la par que Fromm, afirmaba que la masculinidad y feminidad no serían reflejo de diferencias sexuales esenciales, sino que consecuencia del influjo de factores propios de la vida diaria que estarían socialmente determinados. El sexo, por tanto, sería una construcción social.

Estos planteamientos serán la base para las actuales ideas que inspiran al Movimiento Feminista. Éste, considera que el hombre y la mujer adultos son construcciones sociales; que en realidad el ser humano nace sexualmente neutral y que luego es socializado en hombre o mujer. Esta socialización, dicen, afecta a la mujer negativa e injustamente. Por ello, las feministas proponen depurar la educación y los medios de comunicación de todo estereotipo y de toda imagen específica de género, para que los niños puedan crecer sin que se les exponga a trabajos “sexo-específicos”. Por eso hablan también de “roles socialmente construidos” cuando se refieren a las ocupaciones que una sociedad asigna a uno u otro sexo.

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