Si el cine comercial, cuyo prototipo es el americano, es veloz, superficial y pueril, el de otro tipo, europeo o de otros lugares, cae fácilmente en el bodrio de autor: en la bazofia infumable de los inútiles y los pseudoartistas subvencionados, de los que tantos tenemos en España y a quienes bien conocemos.
En el cine pasa lo mismo que con la cultura y el arte en general: la alternativa que nos ofrece el sistema es entre una cultura de masas vulgar y miserable -no una cultura popular, que es algo muy distinto- y la estafa del arte contemporáneo. En el cine nos dan a elegir entre productos fabricados, comerciales que no son cine sino una inversión económica, y por otra parte basura pretenciosa que deberíamos considerar arte porque unos payasos que viven del cuento nos dicen que lo es.
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Algunos estudios han demostrado que muchas personas, y especialmente los jóvenes, aceptan la realidad presentada por la televisión sin cuestionarla y es el principal medio de transmisión de la cultura oficial y el que transporta los mensajes acerca del funcionamiento ‘correcto’ de la gente y de la sociedad en su conjunto.
Por eso democracia nacional, los que la votamos en la elecciones generales, no pasamos de los 13.000 votos, ya que es el propio sistema el que se encarga de echarnos toda la mierda posible.
De todas maneras comparto lo manifestado por Sánchez Dragó en una entrevista
» El sufragio no debe ser universal. Mi voto no vale lo mismo que el de quienes ven los programas de telebasura’.