Han vuelto. Los cosacos de las noches rojas, los ángeles exterminadores de Paracuellos, las jaurías de quemaconventos, las hordas de canana y puño en alto, las tribus secesionistas creadoras de maketos y charnegos… Nos la tenían jurada desde el 31, pues en aquel tiempo ya habían inscrito nuestros nombres en sus listas negras, mientras desencadenaba sus infiernos con sus Terminators y sus Aliens, ahítos de bolchevismo, obsesivamente laicos, que cayeron sobre España con sus 10 plagas devastadoras.
Pero encontraron enfrente a un pueblo en pie, dispuesto a defender su Patria, su religión, sus valores y su historia, que barricada a barricada detuvo la marea roja, que cara a la muerte no le tembló el pulso, que metro a metro expulsó a las legiones rojas hacia las heladas estepas de las que provenían. Por entonces éramos un pueblo valeroso, un pueblo blanco henchido de valores e ideales, un pueblo azul que miraba al cielo de nuestra historia y a los trascendentes océanos que habían forjado nuestra patria.
Han vuelto, pero ya no somos los mismos. Golpe a golpe, voto a voto, se van apoderando de tejados y espadañas, de escaños y tuits, de emisoras y periódicos, de salones y tertulias, esparciendo por todas partes su ominosa ponzoña, sus amenazas leninistas, sus mentiras populistas. Son un pueblo negro hecho para el luto, que, con palabras de Lorca, quieren hundirnos en un mar de llanto.
Pero ya no somos los mismos, ya no tienen enfrente a un pueblo gallardo, valeroso, dispuesto a dejarse las uñas y los dientes en la defensa de sus valores y tradiciones. Ya no somos ni blancos ni azules: somos el pueblo pardo, aquel enjambre de moscas que ―en un capítulo del libro «El bosque animado» de Wenceslao Fernández Flores― conspiran por apoderarse del mundo bajo las órdenes de su líder Hu-Hu, que las arenga animándolas a la sublevación general. Y lo podrían conseguir, si no fuera porque, nada más terminar la asamblea conspiradora, ninguna se acuerda de lo que se había dicho en ella.
Así somos, y así nos va: conspiramos en las terrazas cerveceras, chismorreamos contra la crítica situación de España, murmuramos proponiendo mil y una medida para acabar con la chusma de radicales y secesionistas, pataleamos aparentemente insurrectos en cafeterías y despachos, nos quejamos amargamente en las redes sociales de la destrucción de nuestra Patria, nuestra tradición y nuestra historia, jugamos a ser Daoíz y Velarde, amagamos con echarnos al monte al estilo Empecinado, todo adobado con gestos mesiánicos, con estudiada indignación. Mas luego, cuando estamos sin auditorio, cuando se nos pasa la fiebre patriótica, se nos olvida todo, nos convertimos en borregos listos para el pastoreo del fútbol, la telebasura y el consumismo de los centros comerciales, patéticos rumiantes que sólo buscan un poco de sol, una brizna de hierba y un aprisco donde sentir la seguridad del rebaño.
Han vuelto, dispuestos a rematar la faena, a darnos el golpe de gracia, a despedazar nuestros territorios, a desmontar nuestros valores como si fuéramos un grotesco rompecabezas, una casa invadida lista para la almoneda. Se han dado cuenta de que estamos ya maduros para el luto y el llanto, de que muy pocos moverán sus dedos para la defensa colectiva, anegados como estamos en un mar de pasotismo, comodidad y cobardía.
Se han dado cuenta de que tienen enfrente a una España ladradora, y poco mordedora; de que nadie se va a atrever a poner cascabeles a sus perros salvajes, a sus orcos desencadenados.
Pero no es de extrañar la falta de pulso que tenemos ahora en España. Es el resultado de una política malignamente planificada por la izquierda, obedeciendo las consignas del globalismo, del Club Bildelberg ―que busca acabar con nosotros desde el año 76, en represalia por haber sido el brazo armado del catolicismo durante toda nuestra historia―, cuyo objetivo es arrasar nuestra identidad nacional destruyendo la cohesión social, los valores y tradiciones que mantienen unida a nuestra colectividad.
Ha sido fácil: en el 36 no había drogas, ni botellones, ni genocidios abortistas, ni telebasura, ni medios de comunicación implacablemente manipuladores adormeciendo la conciencia de los españoles, ni atronadores consumismos, ni pornografía barata, ni existía todavía el sexo horriblemente trivializado con el que se quiere alienar a la población para adormecerla y debilitarla, para que no pensemos en la soga que nos están poniendo en el cuello. Éramos además un pueblo creyente, y ahora el laicismo atroz lo barrió todo.
Sí: éramos un pueblo blanco y azul, dispuesto a marchar en columna, agitando nuestras banderas y estandartes, defendiendo nuestra fe, nuestra historia, nuestros valores, nuestra España.
Ahora somos el pueblo pardo, un pueblo de moscas ni siquiera cojoneras, de conspiradores de salón y establo: el pueblo Hu-Hu.
Un estudio realizado en distintos paises concluyó que en España menos del 20% de la población estaría dispuesto en caso de guerra a defender a su país. Por el contrario en Marruecos superaban el 90%. Ni que decir tiene que esto es una muestra de la degradación de Europa.
De todas formas deciros que ese 20% sería capaz de cualquier cosa con tal de defender a su país. Ya sabeis lo que ocurrió cuando 300 espartanos lucharon por defender sus país. Por último solo decir que Manuel tiene razón hasta que no nos veamos con el agua al cuello va a ser muy difícil que esto cambie.
A ver… estas encuestas fuera de contexto no dicen nada. A nadie le gusta ir a la guerra, eso está muy clarito. Pero si invaden España y ves peligrar la vida de tu familia, ya te digo yo que ese 20% se transforma en 100%. Que somos españoles, expertos en guerrilla y lo llevamos en la sangre. A la gente mientras no le toques su estilo de vida no se va a mover, es de pura lógica.
Alicia no es por llevarte la contraria, pero un país donde lo más visto es el programa llamado «salvame de lux» no lo veo muy preparado para defender de un ataque exterior. Lo que está ocurriendo actualmente en nuestro país (cataluña, pais vasco, invasión inmigrante) para nuestros abuelos sería un ataque y para el 99% de la población se ve como algo normal.
De todas formas mi mayor deseo es que esté equivocado porque nuestra historia dice que la que tiene razón eres tu y el que está equivocado soy yo.
Se perdio la opurtunidad en el 23 F , si no hubiesen traicionado al Sr. Tejero , por lo que ahora ya es imposible , pues no solo habria que luchar contra los pasotas ,indiferntes , ignorantes y traidores , si no contra los ya mas de 12 millones de invasores
Y que pasará luego…..si hay un levantamiento nacional el tío Sam dejará caer un par de bombas atómicas y borrarán España del mapa y listo. No tengo miedo de morir, contad conmigo, espero órdenes, díganme cuando y que hacer y saldré a luchar hasta la muerte.
a ver si te crees que el tio san puede tirar bombas atomicas cuando y donde le viene en gana
Lo único que tiene la izquierda en este país es odio visceral, ganas de vengarse y revanchismo por algo que pasó hace mucho tiempo. El odio se inocula de abuelos a nietos para utilizar a los nietos como vengadores. Algunos no tuvieron hijos por amor, si no para tener un medio para vengarse de los demás. Y este odio se inocula también a través de la Sexta y la Cuatro sólo por dinero y audiencia promoviendo los más bajos instintos del ser humano y creando, por audiencia, alarmas sociales y la sociedad de la subvención no es capaz de pasar página y unirnos para llevar a buen puerto este país y yo te lo digo que mi familia recibió de los dos bandos y nadie en mi familia que crió en el odio que algunos gestan en este país por dinero y odio.