Como cada año, en efecto, la carnavalada repugnante del Orgullo Gay llega a las ciudades del mundo y concretamente a Madrid; pérdidas de aceite continuas para llenar el centro de mamarrachos, culitos en pompa, cuerpos musculados, obscena ropa interior rosa, trajes de payaso marcando abdominales; una inundación de desnudez y falta de pudor restregada en la cara e impuesta a todos, quieran o no ver este espectáculo nauseabundo. El centro de la ciudad se convierte así en zona off-limits para quien tenga un mínimo sentido del decoro y la decencia pública, o simplemente pretenda evitar a sus hijos un espectáculo nauseabundo.

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