Tal y como ha informado Libertad Digital, las autoridades de Gran Bretaña permitieron abusos sexuales de musulmanes a un millar niñas durante décadas en Telford, cerca de Birmingham, sin que nadie hiciera nada, «por no parecer racistas».
Al igual que pasara en Rotherham, los abusos llevaban teniendo lugar mucho, mucho tiempo; los primeros casos datan ¡de 1981! Y al igual que entonces, los documentos indican que las autoridades sabían del problema mucho antes de empezar a investigarlo oficialmente, en parte por no querer parecer racistas al ser los violadores de «la comunidad asiática», el eufemismo habitual para referirse a musulmanes paquistaníes que ha llevado a portavoces de las comunidades hindúes y sikh a protestar por el término, al considerar que su uso les mete en el mismo saco. A menor escala, algo similar sucedió en Rochdale, localidad del área metropolitana de Manchester.
Los trabajadores sociales sabían lo que pasaba desde finales de los años 90, pero la policía no empezó a moverse hasta 2009. Pese a identificar una banda de 200 criminales bajo la llamada Operación Chalice, sólo encontró pruebas para encarcelar a siete de ellos en 2012: los hermanos Ahdel y Mubarek Ali, Mohammed Ali Sultan, Tanveer Ahmed, Mohammed Islam Choudhrey, Mahroof Khan, y Mohammed Younis. Los funcionarios del ayuntamiento describían a las víctimas como «prostitutas» y no hicieron nada por miedo a parecer racistas.
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Lo más repugnante de todo es que los tribunales de derechos humanos que condenan a Francia por impedir el uso del Burkini en las playas o a España por torturar a los etarras de la T4 no se pronuncien sobre esto, produce verdadera repugnancia, estamos en las peores manos, gobiernos de acomplejados, traidores y medias tintas capaces de aliarse con sus rivales naturales para evitar que partidos como el Frente Nacional lleguen al poder y desmonten su cortijo. La palabra es rabia, asco y pena.